Cuando en México se escucha el concepto de “funcionario público”, inmediatamente se relaciona con el de “político”, y este -a su vez- con el de corrupto, mentiroso, improductivo, ladrón.
Si a eso le sumamos que nuestros gobernantes se enfrascan en una absurda competencia diaria por banalidades, en la que su principal preocupación es la “belleza” o el “color de su voz” o los trajes de marca o el número de “halagos” que reciben de los medios de comunicación, entendemos por qué su imagen está por los suelos.
Por ello, cuando en el escenario público aparecen profesionales como Alejandro Cañedo Priesca, la sociedad reconoce y aplaude. Se pregunta por qué no todos son como él.
Alejandro ingresó al Ayuntamiento de Puebla en febrero de 2011. Desde entonces trabajó para tres presidentes municipales y transformó una raquítica Oficina de Turismo, en el Instituto Municipal de Turismo y en octubre de 2016 en la primera Secretaría de Turismo Municipal.
Bajo su coordinación, el concepto de “Noche de Museos” recibió casi un millón doscientos mil visitantes; con noches hasta con 34 recintos. Se atendieron 480 congresos, obteniendo dos certificaciones internacionales. Participó en infinidad de ferias de promoción; organizó recorridos multitemáticos en distintas temporadas y puso a Puebla en medios como Forbes, Condè Nast Travel, Financial Times, The Wall Street Journal, CNN Travel, entre otros.
El número de turistas se incrementó en más de 24% y el impacto económico en nuestro municipio fue histórico.
Sin embargo, el mayor impacto durante su presencia en el Ayuntamiento no fue lo anterior, sino su sencillez, su calidad humana, su liderazgo al frente de un equipo que se olvidó de intereses políticos, para trabajar en favor de la capital poblana.
Cañedo regresa hoy a la actividad privada, producto de una decisión personal, seguramente meditada a conciencia. Regresa a la actividad turìstica, pero desde una trinchera propia. No lo vamos a extrañar, porque lo seguiremos viendo trabajar por Puebla. Lo que sí extrañaremos es tener funcionarios de esa calidad en los distintos niveles de gobierno.
¿No merecemos que estas excepciones, se conviertan en regla?
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