El legado del escritor meixcano Jorge Ibargüengoitia está vivo y será analizado por colagas como Juan Villoro, Ana García Bergua y Diana del Ángel el próximo martes en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, donde se le rendirá un homenaje en el marco de su 90 aniversario de natalicio.
Para García Bergua, “Jorge Ibargüengoitia es, para todos los escritores, sinónimo de libertad” ya que su estilo al igual que su humor encierran “sinceridad, juego y crítica a la realidad”.
Como parte de ese homenaje, también habrá otras pláticas sobre el escritor como: «Los pasos de Jorge Ibargüengoitia», «Instrucciones para leer a Jorge» y en la Cineteca Nacional, la proyección de la película “Dos crímenes”, basado en la novela homónima del también dramaturgo.
El irónico escritor nació el 22 de enero de 1928, en Guanajuato, con apenas ocho meses de nacido, perdió a su padre, lo cual obligó a su madre a regresar a la casa de sus abuelos y tres años más tarde se trasladó a la capital del país.
En la ciudad realizó sus estudios en la carrera de Ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que abandonaría para ingresar en 1951 a la licenciatura de Arte Dramático en la Facultad de Filosofía y Letras de la máxima casa de estudios.
De acuerdo con sus biógrafos, hacia 1954 fue alumno del poeta, dramaturgo y escritor Rodolfo Usigli (1905-1979) en un curso de Teoría y composición dramática, donde presentó su obra “Susana y los jóvenes”.
Fue becario del Centro Mexicano de Escritores entre 1954 y 1956, época en la que también obtuvo una beca de la Fundación Rockefeller para estudiar teatro en Nueva York, Estados Unidos.
También fue becario de la Fundación Fairfield, en 1965, y de la Fundación Guggenheim en 1969.
Autor de 16 piezas de teatro, entre las que destacan “Susana y los jóvenes” (1954), “Cleotilde en su casa” (1955) y «El atentado» (1963), ganadora del Premio Casa de las Américas (1963).
Sus últimas propuestas escénica son “La conspiración vendida” (1975) y «Los buenos manejos» (1980). En 1955, Ibargüengoitia recibió una beca Rockefeller para estudiar en la ciudad de Nueva York, y fue profesor de Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en la Universidad de las Américas, Puebla.
Cinco años más tarde recibió el premio literario de la Ciudad de México. En 1960, Ibargüengoitia incursionó en el teatro infantil con la obra “La fuga de Nicanor”, estrenada ese mismo año en el teatro del Recreo infantil del Bosque, en Chapultepec.
Un año después inició su trabajo como crítico teatral en la «Revista de la Universidad de México», el cual abandonó en 1964 debido a una fuerte crítica que realizó contra “Landrú”, de Alfonso Reyes (1889-1959).
Ibargüengoitia escribió “Los relámpagos de agosto”, novela con la que ganó por segunda ocasión el Premio Casa de las Américas, y a la que le siguieron, en 1967, “La Ley de Herodes y otros cuentos” y “Maten al león”, esta última llevada al cine en 1975 por José Estrada (1938-1986).
Sus últimas novelas publicadas fueron “Las muertas” (1977), “Dos crímenes” (1979) y “Los pasos de López” (1982). Luego de un fallido matrimonio, Jorge Ibargüengoitia se casó por segunda vez con la pintora inglesa Joy Laville (1923), con quien se trasladó a París, Francia, alternando su residencia.
Fue miembro fundador de la revista “Vuelta” (1976) y publicó “Instrucciones para vivir en México”, selección de artículos publicados en el diario “Excélsior” de 1969 a 1976.
La vida del escritor mexicano se conoce poco, pues aunque sus textos son muchos, no existen tantos referentes sobre su vida y viajes, de acuerdo con Cristina Secci en su texto “Rompecabezas: vida y obra de Jorge Ibargüengoitia», publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
“Los pasos de López” fue su última novela, se publicó en 1982, y en ella nuevamente resalta su capacidad desmitificadora, esa intención satírica de desnudar la realidad, retratando la cotidianidad de la historia.
El dramaturgo murió en Madrid, España, el 27 de noviembre de 1983, en un accidente aéreo, en el que también murieron el crítico uruguayo Ángel Rama (1926-1983), así como el narrador y poeta peruano Manuel Scorza (1928-1983).