Ni la BUAP ni su rector Alfonso Esparza Ortiz fueron morenovallistas. Esa fue una mala interpretación difundida por ex universitarios como el diputado federal del PES, Eudoxio Morales, y otros ex funcionarios de la máxima casa de estudios que intentan desestabilizar a la administración central y generar, incluso, un clima de tensión con el nuevo gobierno.
Recordemos la historia: corría el 2012 y Enrique Agüera Ibáñez fue postulado como abanderado del PRI al ayuntamiento de Puebla. Como rector sustituto dejó encargado al entonces secretario general Alfonso Esparza. Como Rafael Moreno Valle siempre quiso el control de la casa de estudios para hacer negocios y controlar a los universitarios mandó a Eukid Castañón a operar.
Moreno Valle intentó debilitar la imagen del rector y para ello se valió de todo tipo de medios. También quiso aflojar por dentro, pues incluso preparaba al hermano de Eukid Castañón para que buscara la Rectoría en una contienda interna. El hermano del principal operador morenovallista es economista, por cierto.
El entonces gobernador tenía una afrenta con Agüera: primero nunca le perdonó que en una sesión del Consejo Universitario no quiso prenderle el aire acondicionado y tampoco le perdonó su amistad con Mario Marín y su predilección hacia Javier López Zavala.
Cuando Esparza Ortiz llegó a la Rectoría se sacudió a muchos universitarios, entre ellos a Guillermo Nares Rodríguez y a César Bermúdez Oliver quienes se fueron a trabajar con el morenovallista Tony Gali. Tony en ese momento se compró los conflictos de sus nuevos colaboradores y también presionó (apoyado por Rafael Moreno Valle) a Alfonso Esparza.
Era febrero del 2014 y el grupo de los rechazados de la BUAP que mantenían un plantón en el zócalo fueron desalojados por gente del municipio y con lujo de violencia en el ánimo de señalar a la BUAP como responsables del hecho. Esparza tuvo que confrontar de manera directa tanto al alcalde como al mandatario y se descubrió que había una relación de los incidentes con la gente cercana a Guillermo Nares.
La relación entre Moreno Valle y Esparza fue muy tirante.
En el 2016, en su informe como rector enfrente del Consejo Universitario, invitados especiales, la clase política poblana, Esparza Ortiz exigió al mandatario poblano que se esclareciera el asesinato de una de sus alumnas y se sumó a las miles de voces que había ya contra los feminicidios perpetrados en Puebla y al silencio ominoso de Casa Puebla.
Además, en ese discurso exigió una mayor vigilancia por parte de los equipos de seguridad estatal y municipal porque los estudiantes eran asaltados cerca de Ciudad Universitaria casi todos los días.
Ese pronunciamiento provocó la ira del entonces gobernador. Nuevamente intentó presionar a Esparza pero al final no consiguió nada. Los que saben bien la historia sabían que traía marcaje personal por parte del morenovallismo y que tenía que soportar, incluso, algunos ataques mediáticos que rayaban hasta en lo personal.
Esparza ha tenido que sortear los peores momentos en la historia reciente, pues se confrontó al morenovallismo y ahora hay grupos internos que intentan que se confronte hasta con la cuarta transformación. Algunos de ellos porque fueron dados de baja y ya están pensionados.
Está el conflicto jurídico con el constructor Mario Mendívil por el tema de los Lobos BUAP, el cual es aprovechado por grupos que intentan desestabilizar o debilitar la imagen de la máxima casa de estudios.
Hay un enfrentamiento abierto con algunos medios de comunicación, pues así lo hizo público el propio rector.
¿Hasta dónde llegarán? ¿Se reventará la liga? ¿A quién le conviene un clima tan tenso?
A nadie.
Han pasado 30 años del último gran golpe a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla cuando derrocaron a Samuel Malpica Uribe porque era la línea presidencial de acabar con las instituciones que generaban parálisis social. En su momento funcionó porque se expulsó a porros, fósiles y gente que nada más estaba de parásito en las facultades.
La institución tiene sus propias reglas y aunque la tentación para controlarla es muy grande, muchos han preferido ni meter las manos porque al final es como patear un avispero y sería generar un frente muy difícil de controlar.
Son nuevos tiempos que se viven y aún falta que corra más sangre por este río.
Ojalá y por el bien de Puebla, las partes en conflicto ya se sienten a negociar.
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