Una de las características del Presidente López Obrador, es su capacidad para medir y leer el ánimo social, muchos lo reconocen como un extraordinario intérprete de los cambios en la opinión pública y como un hábil constructor de discursos, símbolos o distractores para aprovechar los sentimientos sociales.
Dentro de este comportamiento vale la pena detenerse en el contenido de su arenga del 15 de septiembre.
La mañana del 16 los medios de comunicación y las redes sociales resaltaban varis hechos. Se destacó la ausencia de gente en la plancha del Zócalo como medida de precaución –frente a la pandemia y frente a presuntas amenazas de corte terrorista–; se destacó la emotividad de López Obrador y, por supuesto, algunos medios pusieron atención en lo que incluyó y lo que no incluyó el segundo grito que le toca.
La discusión pública transitó entre burlas y bromas a los atuendos, mensajes de apoyo incondicional al Presidente y reclamos por haber omitido reconocer la labor de los médicos.
Fue evidente que los más allegados a López Obrador desplegaron una estrategia para resaltar un mensaje en particular.
¡Viva la esperanza en el porvenir! Promovida con el hashtag #Esperanzaenelporvenir!
El Presidente está identificando un desánimo social y una pérdida de esperanza, siendo un dato doloroso para su proyecto político. Basta recordar que el slogan central de Morena, desde que era un movimiento social, consistía en identificarse como la esperanza de México. Seguramente han identificado entre la población un nivel de tristeza, desánimo y desconfianza en el futuro.
Lo curioso es que este dato, la pérdida de la esperanza, parece no haber afectado sustancialmente los niveles de aprobación del Presidente.
La gente sigue sintiendo simpatía por el Presidente López Obrador, pero ya no siente confianza en que este gobierno va a mejorar su futuro.
Evidentemente la pandemia de COVID-19 ha provocado condiciones tan adversas desde el punto de vista económico que es inevitable un golpe en el ánimo y en la confianza de la gente.
El manejo de la pandemia va a terminar como empezó, como una funesta farsa en la que se presume que no se colapsaron los hospitales, sin importar el número de muertos y se mantiene la confusión, todo el tiempo que sea posible, para que la rendición de cuentas se difiera y sea compleja.
Es natural que la población esté perdiendo la esperanza. En ningún campo se ven resultados, en ningún campo se perciben cambios reales. Las herramientas del Estado se siguen usando para atacar rivales políticos hasta niveles cínicos.
Los miles de empleos que el Presidente asegura que se recuperan no existen y la gente sigue sin trabajo, y con mayores carencias. Siguen a la alza el número de muertos por coronavirus y por violencia.
El Presidente no es capaz de utilizar su liderazgo para intentar que las cosas cambien. Apuesta su capital político para lograr que la oposición política esté tan lastimada que no pueda competir electoralmente en el 2021.
El Presidente se presenta ante México como la gran farsa del primer cuarto del siglo XXI que inició con el anuncio de la venta del avión presidencial y que no sabemos hasta donde vaya a parar.
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