La nueva normalidad nos obliga a que todos los días nos peleemos en redes sociales, porque AMLO ya dijo que si no estás con él estás en contra de él.
La nueva normalidad nos obliga a ser o chairo o derechairo, o eso que llaman de izquierda o conservador, o “liberal” o neobileral (subrayen el entrecomillado porque de liberales no tienen nada que ver con esos nuevos masoncitos).
La nueva normalidad nos obliga a pelearnos contra nuestros amigos porque a la Cuarta Transformación le conviene que estemos divididos; que armemos debates que no tienen que ver con nosotros mismos, que diario nos veamos feo y que recemos como un mantra que el pueblo es bueno y sabio que los ricos son malos y nunca lloran.
La nueva normalidad es hacerle caso a un médico (López Gatell) que no nos dice la verdad en cuanto a número de contagios y que sus resultados debemos multiplicarlos a veces por ocho o a veces por treinta según sea el caso, para ver la verdadera realidad ya que su operativo Centinela no sirve de absolutamente nada y era usado en el 2009 para medir el contagio de la influenza.
En esa nueva normalidad también está justificado que haya ambulantes en el Centro Histórico, tianguis que violen las normas establecidas para evitar contagios (dense una vuelta por la Capu, mercados Unión e Hidalgo, les valen tres pepinos el Covid-19) pero al mismo tiempo se le prohíbe a las empresas trabajar.
Los ambulantes pueden trabajar. Los que pagan impuestos no, porque primero los pobres.
Faltaba más.
En la nueva normalidad tenemos que justificar que el crimen organizado sea controlado solo por las mamacitas de los delincuentes y por las abuelitas. En esa nueva normalidad se vale decir todo el día al ladrón, al asaltante de camiones, al carterista: “fuchi caca”, también es un nuevo mantra.
Nos tendremos que acostumbrar en esa nueva normalidad ver negocios y locales con los letreros “se renta”.
Leer que 90 restaurantes, entre ellos el riquísimo Allegue de comida española, estén clausurados. Debemos entender que lo de menos son los meseros, los restauranteros, los cocineros, los chefs, los capis de toda el área gastronómica, primero están los proyectos de Dos Bocas, Tren Maya, un nuevo aeropuerto porque de lo demás, pues cada quien puede tener sus animales de patio en sus casas.
En la nueva normalidad nos tenemos que hacer pendejos. Estar encerrados y hacernos bien pendejos porque criticar lo que está mal solo nos lleva a ser del BOA aunque no militemos en algún partido político ni tengamos intereses al respecto.
En estos nuevos tiempos, lo mejor es ver la Rosa de Guadalupe diariamente a eso de las siete y media de la noche en el canal de las estrellas sino somos muy religiosos y ni siquiera creemos en Osho o en Deepak Chopra porque así como van las cosas, las que las actividades económicas que dependen de la Presidencia de la República no les interesan un comino, pues al menos hay que creer en algo.
En esta nueva normalidad se vale quejarse, enojarse, pero no va a servir de nada porque no hay líder de oposición que nos represente. Los partidos políticos no han entendido estos tiempos, valen para dos cosas.
Esta es la nueva realidad mexicana en la que nos tendremos que acostumbrar a leer que no habrá crecimiento económico, que las empresas dedicadas a analizar la situación del país serán cuestionadas por neoliberales, que hasta periódicos serios como el New York Times o el Washington Post son enemigos de la transformación.
Esta nueva normalidad nos guste o no ya está en puerta y no hay manera de cambiarla. No importa quien sea se está a favor o se está en contra y así tendremos que vivir al menos un sexenio de acusaciones y guerras en redes sociales que no sirven para nada.
Esta nueva normalidad se llama como anillo al dedo.
Esa es nuestra verdadera cuarta transformación.
Lo demás es un invento de algún lord Molécula o un despistado Jonh Ackerman.
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