Sin duda que una amplia mayoría de mexicanos aspiramos a que las instituciones sean un contrapeso al poder del presidente de la República. Somos millones los que queremos que el poder controle al poder y que la próxima elección sea una rectificación del camino emprendido, no un regreso al pasado y tampoco la continuidad del absurdo que nos impone la 4ª transformación. Me pregunto ¿Podemos soñar con una plataforma política opositora capaz de vencer a Morena y sus aliados en cada distrito electoral federal?
Ya lo dijo Mijaíl Gorbachov en su Perestroika: “La política es la ciencia de lo posible, todo lo que está más allá de lo posible es irreal”. La realidad es que la política no se destaca por el sacrificio ni se reconoce entre las conductas humanas por la generosidad y el amor desinteresado. A pesar de que en la historia política se han dado los casos en que opositores se unen para vencer al adversario común, la realidad es que eso no siempre es posible.
La búsqueda del poder es una acción impulsada por el ego que pretende satisfacer necesidades de dominación y reconocimiento. El zoon politikón no es producto de la razón sino de los instintos, el poder es una conquista del ego que satisface apetitos primarios de los individuos. Esa es la causa de que en la política se realicen las peores conductas, las más ruines y reprobables a pesar de que su función determina el éxito o el fracaso social. En raras ocasiones la política se conduce mediante razones de Estado, a lo sumo son las razones del gobierno en turno las que orientan las decisiones, aunque la mayoría de las veces son decisiones fundadas en los intereses particulares de los políticos que las toman.
Las elecciones del 2021 en México serán definitivas para el futuro del país. El resultado de ese proceso electoral determinará uno de dos escenarios posibles. La ratificación de una amplia mayoría de Morena y sus aliados o la rectificación mediante una nueva mayoría conformada por la oposición política. Si el resultado ratifica el poder del presidente López Obrador lo que le espera al país son años de oscurantismo medieval -y no exagero cuando me refiero a una forma de vida equivalente a la Edad Media- sin respeto por las personas, ni por la razón, la ciencia, la técnica, los derechos individuales, la ética de servicio público, la propiedad privada, el desarrollo económico y el bienestar colectivo. La presidencia imperial será restaurada con el único propósito de perpetuarse en el poder lo más posible.
Si el resultado de las elecciones modifica la correlación de fuerzas en la Cámara de Diputados significaría un freno al poder del presidente, quien estaría obligado a negociar con la oposición. Ello impediría el avasallamiento de que están siendo víctimas las instituciones y abriría una oportunidad para que sobreviva el régimen democrático y el Estado de Derecho.
A pesar de que las condiciones de vida son mucho más adversas de lo que eran en los últimos sexenios, e incluso serán peores en las postrimerías del proceso electoral del 2021, creo que la oposición todavía tiene que vencer muchos obstáculos antes de soñar con ganar la mayoría en la Cámara de Diputados. La gente no le va a entregar su voto a los partidos tradicionales solo porque se unan en una gran coalición opositora o presenten candidaturas comunes en algunos o en todos los distritos. Incluso, el llamado a ejercer el voto útil tampoco será efectivo si antes no se resuelve un aspecto fundamental que habita en la conciencia del pueblo mexicano: los privilegios de unos frente a la marginación de muchos.
Se equivoca la oposición al suponer que el pueblo rectificará el camino motivado por la profunda crisis económica, social, sanitaria y de inseguridad. En la lógica popular el pueblo ha estado mal porque al régimen anterior le convenía mantenerlos jodidos. Hoy que gobierna López Obrador el pueblo no está mejor pero los de arriba tampoco, eso le satisface al pueblo porque al menos ya no existe un régimen de privilegiados. Por eso es que la caída en la intención de voto de Morena no beneficia a ninguno de los otros partidos, porque la gente percibe que la oposición lo que busca es recuperar sus privilegios.
Los partidos opositores deben recocer que algo hicieron mal y pedirle perdón al pueblo. La campaña no debe plantearse en contra de López Obrador, sino a favor del interés de las personas. Si la oposición es capaz de convencer al electorado de que hará todo lo que sea necesario para mantener los programas que beneficien al pueblo y de actuar para construir un régimen sin privilegios y con apego a la Ley, tendrá una oportunidad de competir y de ganar la mayoría.
El presidente de la República es un experto operador electoral. Desde hoy está construyendo el terreno simbólico sobre el que quiere enfrentar a sus opositores, sabedor de que él no estará en la boleta, necesita que la campaña tenga como telón de fondo los elementos que le favorecen. López Obrador no quiere que la elección sea una ratificación de su gobierno porque los resultados han sido pésimos en todos los aspectos. Si el escenario tiene como protagonistas a partidos opositores redimidos y exculpados que ofrecen comparaciones entre cómo vivían los mexicanos en 2003, en 2009 ó en 2015 y como viven en 2021, Morena perderá sin remedio.
Por esa razón Andrés Manuel inventó e hizo aparecer al BOA (Bloque Opositor Amplio), el enemigo simbólico con atributos de serpiente. Porque fue una serpiente la que pervirtió a Eva. La víbora es la representación del mal y nadie quiere perdonar ni redimir a la serpiente que es la culpable del pecado original.
La oposición posible primero tiene que doblegar los apetitos e intereses de sus dirigentes y precandidatos para después armonizarlos con un solo propósito: vencer a Morena convertida en partido de Estado. Luego, los partidos tendrán que acordar la mejor plataforma para presentarse ante la ciudadanía y lo más importante, hacerse de un discurso armado de humildad y cargado de sensibilidad que logre el perdón del pueblo.
Este texto lo escribí pensando en la militancia de los partidos no en los dirigentes. Creo que este es el tiempo de los militantes, quienes deben presionar a sus dirigentes para que actúen con responsabilidad. Ayer vi a un Marko Cortés que no termina de entender lo que está en juego, actúa con la soberbia de saberse el retador más fuerte. Y de Alejandro Moreno “Amlito” no se sabe nada, precisamente porque su función es desaparecer al PRI.
Toda la oposición es importante, pero si el PAN y el PRI no se ponen de acuerdo lo más probable es que Morena resulte triunfadora. Hay una razón de Estado que solo la militancia de los partidos puede hacer que prevalezca. López Obrador sí está leyendo el tablero de ajedrez y ya hizo movimientos. Toca el turno a la oposición, el tiempo se agota.
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