Si se tuviera que describir la película ‘La forma del agua’ del director mexicano Guillermo del Toro con una palabra sería: poema.
Sin lugar a dudas del Toro nos presenta su mejor trabajo hasta la fecha envuelto en la combinación perfecta de comedia romántica/drama/horror/ciencia ficción, todo perfectamente dosificado para dar como resultado un cuento tan inverosímil pero tan romántico que hace que el público deje pasar múltiples inconsistencias en el guion (una de ellas el uso de sal para una criatura que fue capturada en el río Amazonas que es de agua dulce) realizado por el propio del Toro y Vanessa Taylor.
Personajes entrañables perfectamente realizados por Sally Hawkins, Doug Jones (a quien nunca escuchamos o vemos la cara, Octavia Spencer, Richard Jenkins, Michael Shannon y Michael Stuhlbarg, son los que nos hacen creer en este cuento de hadas ubicado en 1962 en la ciudad de Baltimore.
Guillermo del Toro realiza una muestra del agua en todas sus facetas y su importancia en nuestras vidas cotidianas pero, principalmente como el medio de conexión que existe entre los personajes principales.
La irreal premisa que sustenta ‘La forma del agua’ es que una persona de limpieza muda (Hawkins) que trabaja en un edificio gubernamental se enamora de una criatura que ha sido capturada en Sudamérica.
Entre huevos duros y música de jazz surge entre ambos una relación que compensa con el abuso que vive la criatura por parte de la autoridad a su cargo.
Y sí, en este caso el horror no es generado por el monstruo sino por la monstruosidad del ser humano, ese que desea disectar a este espécimen para ver cómo respira y funciona.
‘La forma del agua’ es tan poética que incluso tiene un número musical tan perfectamente realizado que no acaba con la veracidad de los personajes y no se nota fuera de lugar.
No se puede culpar a nadie más que a Guillermo del Toro por equilibrar de manera tan fantástica la historia y tener la sutileza de llevarnos de un inicio con un sueño húmedo a un final cobijado con la emotividad del agua.
Y qué mejor que terminar con la frase: “Cuando pienso en ella, lo único que viene a mi mente es un poema susurrado por alguien enamorado hace cientos de años: No siendo capaz de percibir tu forma, te encuentro en todo lo que me rodea, tu presencia llena mis ojos con tu amor y conmueve mi corazón porque tú estás en todos lados”.
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