La Talavera signo distintivo de las construcciones coloniales del centro histórico de Puebla. La decoración de la mayólica o talavera ha sido estudiada desde el punto de vista estético y artístico resaltando su original estilo.
En el siglo XVI llegan los primeros loceros traídos por los frailes dominicos a Puebla quienes enseñan el oficio de la loza estanífera a los alfareros. Se dice que los principales alarifes y arquitecto de la época fueron Alonso Díaz, Pedro de Arganda, Pedro López Florín y el capitán y arquitecto Francisco de Aguilar. Gaspar de Encinas el viejo, uno de los primeros loceros españoles asentados en Puebla quien logro una gran expansión de su oficio en la calle de los herreros. Las lozas que predominaban en esta época eran: vidriada, bruñida, y mayólica.
Para el siglo XVII nuestra ciudad ya estaba constituida como uno de los centros productores más importantes de las variantes de cerámica, realizándose desde entonces los azulejos en la arquitectura.
Innumerables y espectaculares cúpulas, fachadas fueron parte del barroco poblano en con junto con el ladrillo y la cantera. En el siglo XVIII la loza blanca adquiere el nombre de talavera o mejor dicho talavera poblana, en honor de la ciudad española donde floreció su industria.
El rápido desarrollo de esta industria dio pauta para la creación del gremio quienes pronto tuvieron a su santo patrono San Antonio de Padua y después a San Marcos. Las ordenanzas decían que solamente los españoles o los artesanos con ascendencia española podían ser maestros alfareros. Realizaban un examen anual en base a practica con los veedores, maestros loceros. Utilizaban tres clases de loza: la fina, la común y la amarilla, y cada locero dependiendo de su experiencia se especializaba solo en una.
En el siglo XIX se mantuvo la tradición de talavera alisada, predominante en la Cholula prehispánica, se realizaban cómales, cazuelas, ollas, cantaros y ánforas de tres asas. Utilizada básicamente para almacenaje y cocción de alimentos, mientras que la mayólica era para el servicio de alimentos y bebidas.
En el siglo XX la elaboración cambia un poco, se empiezan a utilizar tornos eléctricos, y hornos de petróleo, gas o electricidad, aunque nunca se pierde el contacto de las manos del artesano al dar forma o decorar cada pieza hasta que la talavera conserve el gran valor que le ha caracterizado desde hace más de cuatro siglos.
La vemos en tonos azules, amarillo y verde principalmente, con diversas formas geométricas o florales, vemos en las fachadas el petatillo o el panalillo de ladrillo, la continuación de la jamba en las cornisas, las estucos y balcones esquineros, las enormes cubiertas de cúpulas, retablos espectaculares, cocinas, haciendo honor al trabajo de los gremios poblanos.
La manufactura se ha mantenido estable, la decoración refleja las diversas corrientes artísticas y estilísticas imperantes en cada época jugando como siempre un papel muy importante en términos de identidad e ideología para las practicas alimentarias, en cuanto a formas, estilos decorativos y función para la comunidad de una cultura. Por su belleza y calidad ha trascendido fronteras conservando la importancia de su producción desde la época colonial hasta nuestros días. Ha sido hilo conductor de una serie de procesos económicos, políticos, culturales y religiosos que a lo largo de su devenir histórico se ha desarrollado en el territorio de Puebla, permitiendo la trascendencia de la organización artesanal.
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