Fiel a su costumbre de complicarse innecesariamente las cosas, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Puebla ha desperdiciado el tiempo para los acuerdos naturales, con miras a la renovación de la dirigencia, y ahora enfrenta una verdadera Torre de Babel, que nadie puede conciliar.
Hay más de 10 aspirantes a la presidencia del Comité Directivo Estatal (CDE), y muchos de ellos con perfiles francamente impresentables, y el delegado del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), el veracruzano duartista Américo Zúñiga, le da cuerda a todo mundo.
Quien se supone debiera ser el conductor imparcial de este proceso está generando un laberinto del que posiblemente después no tenga la capacidad de subir.
A través de su Twitter, Zúñiga festeja y celebra reuniones con Fulano, Sutano y Perengano, sin medir los mensajes encontrados que está enviando, con los supuestos respaldos que otorga.
Hasta la semana pasada, nadie dudaba de que el favorito -así ha reconocido incluso el mismo delegado- para la presidencia estatal del tricolor era el ex alcalde de Quecholac, Néstor Camarillo.
Medio centenar de ex alcaldes priístas ya le habían dado su respaldo y, en atención a esa fuerza entre los cuadros y líderes, quienes operan realmente en tierra, desde la Ciudad de México habían mandado la señal a favor del también ex candidato a diputado federal.
A él se habían sumado muchos otros que, en algún momento, consideraron que tenían posibilidades. Finalmente, el alboroto había cesado y los acuerdos se sellaban a diario en torno a esa decisión.
Sin embargo, ahora ha sido el mismo delegado del CEN, quien puso el desorden.
Por alguna extraña razón, que solamente él conoce, este mismo miércoles, en una reunión en la sede de PRI, en el edificio de la Diagonal Defensores de la República, frente a los presidentes municipales que apoyan a Camarillo, a él y a Juan Manuel Vega Rayet los reconoció como “los punteros” en la contienda interna.
Por cierto, a la cita con los ex alcaldes el duartista llegó casi dos horas tarde, evidenciando su nulo respeto a ellos.
Pero es que Américo venía de otro encuentro, uno casi soterrado, que se dio en un restaurante céntrico, en donde supuestamente la Liga de Comunidades Agrarias, el cenecismo poblano, ofreció apoyo al ex diputado federal, quien tuvo su último cargo de representación popular hace más de 20 años, Jaime Alcántara.
Entonces, ¿a quién respalda realmente?
Por su desconocimiento de la política poblana, Zúñiga posiblemente no esté al tanto de los antecedentes de Alcántara, quien si bien tuvo relevancia como político en sus años de juventud y madurez, hoy es casi un cuadro de museo.
Las últimas intervenciones que se le recuerdan, como la coordinación de la campaña a la alcaldía del ex rector de la BUAP, Enrique Agüera Ibáñez, resultaron completamente desastrosas.
Él mismo, perdió en el año 2006, de manera vergonzosa, su candidatura a diputado federal, con la que pretendía regresar por tercera vez a San Lázaro.
Pero tal vez hoy las malas notas de don Jaime están más en su alrededor. Es bien conocido por haber impulsado que su entorno familiar tuviera chambas.
Su hermano, Miguel es el encargado de despacho de la hoy Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) y bien conocido por saltar de una “lealtad” política a la otra. Usó la influencia de su hermano para llegar, con el PRI a la Sagarpa, pero ahora jura amor a la Cuarta Transformación (4T).
Además de que sus ex colaboradores tienen larguísimos pliegos de quejas en su contra. Más las ellas que los ellos.
Otro de sus hermanos, Juan Manuel, quien fue jefe del Departamento de Logística de la extinta Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) en el marinismo, fue el ejecutor y beneficiario del desorden que siguen siendo los mototaxis.
La entrega de permisos bajo quién sabe qué acuerdos oscuros, llevaron a Juan Manuel Alcántara, también beneficiario de las influencias de Jaime, a quedar inhabilitado por 12 años, para el servicio público. Al menos libró alguna responsabilidad penal, que se bien podría haberse aplicado en su contra.
En un tema colateral, pero que no deja de llamar la atención, la esposa de Jaime, María Elena Torres Machorro, fue una alta funcionaria del morenovallismo y la notaria que está a su nombre, es de las que son investigadas por presuntas irregularidades.
Con esos antecedentes, Alcántara -se quejan sus detractores- sería un dirigente priísta muy frágil, pues los expedientes de su contexto familiar, están ahí, vivos, listos, en Casa Aguayo.