Muchos buscan un liderazgo con cualidades similares a las de Andrés Manuel López Obrador para desde la oposición enfrentar a la 4T; cercano a la gente de abajo, que utilice un lenguaje comprensible para el pueblo, bronco y contestatario, confrontador con tono burlón y con pocos escrúpulos para hacer propuestas tan simplistas como absurdas.
Antes de elegir el estilo del candidato, veamos algunos casos en donde han derrotado a líderes populistas y cuáles han sido sus características.
El camino que siguió Brasil con Jair Bolsonaro después de los gobiernos de izquierda de Rousseff y Lula es un ejemplo del populismo de derecha. Un excéntrico personaje que significó un cambio atractivo para millones que polarizó a la sociedad brasileña y hoy, después de perder la reelección frente a Lula Da Silva, mantiene confrontados a los brasileños. Lula y Bolsonaro están en los extremos de la política, los dividen posiciones irreconciliables y con escaso margen para la reconciliación social.
Los casos de Estados Unidos con Joe Biden y de Francia con Emmanuel Macron muestran a líderes moderados que se presentaron como opciones de centro que evitaron usar un lenguaje altisonante. Sus estrategias salvaron que se “incendiara la pradera” ante sus respectivos adversarios de estilo populista, y los derrotaron. Tanto Donald Trump como Marine Le Pen son líderes políticos con posiciones extremistas, sus discursos cargados de violencia verbal seducen a millones, un estilo similar al de Andrés Manuel López Obrador.
En 2014 surge en España el partido de corte populista de izquierda Podemos. Es un caso interesante porque en algún momento de 2015 Podemos estaba en primer lugar de las encuestas de intención de voto en España, apenas un año después de su registro como partido político. Su irrupción en la escena fue tan disruptiva como fugaz, ya que en los votos nunca pasó del tercer lugar, pudo ganar un máximo de 71 diputados de un total de 350 y 16 de 208 senadores. En este momento tiene 35 diputados y ningún senador. En 2019 Podemos formó gobierno con el Partido Socialista Obrero Español y ostenta la vicepresidencia del país. Su entonces líder Pablo Iglesias renunció al gobierno y a la política en 2021. Este es un ejemplo en el que las estructuras partidistas tradicionales resultaron más potentes que el ímpetu del joven partido populista y han contenido su crecimiento.
Boris Johnson en Reino Unido es un caso de auto sabotaje político. La intemperancia del entonces Primer Ministro de corte populista de derecha (fue líder del movimiento que impulsó la salida del Reino Unido de la Unión Europea en 2016), lo obligó a renunciar al gobierno a pesar de contar con un fuerte apoyo popular. La Ley y las buenas costumbres de un sistema político sólido como el británico fueron más fuertes que el estilo disruptivo de Johnson.
¿Cuál de los anteriores modelos puede funcionar en México en las elecciones de 2024? Primero habría que esperar a la resolución de la Suprema Corte de Justicia sobre las reformas al sistema electoral. Si queda vigente el llamado plan B de AMLO, la oposición no tiene ninguna oportunidad de que sea reconocido su triunfo en unas elecciones, por lo tanto ninguno de los modelos aplicaría en nuestro caso.
Supongamos que la SCJ declara inconstitucional las reformas electorales de López Obrador, entonces habría que evaluar cual de los modelos es aplicable y le conviene a México.
Siempre existe la posibilidad de construir una candidatura carismática con estilo contestatario como Bolsonaro en Brasil. Lilly Téllez está en esa línea estratégica. El costo de colocarse en el extremo es la polarización política y social que ocasiona; puedes ganar pero el costo es la ingobernabilidad y el conflicto permanente.
El modelo español no aplica porque los partidos tradicionales carecen de la fuerza requerida. Tenemos partidos débiles con liderazgos descafeinados (Marko Cortés) o desprestigiados (Alito Moreno) cuya organización territorial no alcanza para contener a Morena.
Una mezcla del modelo francés y norteamericano es quizá lo que más se acerca a la realidad mexicana. Optar por un liderazgo moderado que tome el centro para desde ahí dialogar con quienes están a la izquierda y a la derecha, y que cimiente su base electoral no en los partidos sino en la sociedad civil, es lo que más le conviene a México.
Al igual que en Francia y en EUA donde la población urbana de clase media derrotó a los populismos de Le Pen y de Trump, en México existe un amplio segmento del electorado que habita en zonas urbanas, se moviliza con una agenda política propia y rechaza la forma de gobernar de la 4t. Aquí se puede construir una candidatura de oposición apoyada por lo que queda de los partidos tradicionales y por las clases medias urbanas que rechazan al régimen populista de López Obrador.
Ese sería el comienzo de una carrera por persuadir a unos cuantos millones de electores que se encuentran en los límites de la clase media, muchos de los cuales han visto precarizada su calidad de vida por las decisiones del gobierno actual.
La clave de esa candidatura es la legitimidad con la que se construya a los ojos del electorado. Si la designación sigue la ruta de siempre y es percibida como el producto de un acuerdo de las cúpulas corruptas de los partidos corruptos, esa candidatura nacerá muerta. Hablaremos de eso en otra ocasión. Lo que hoy me ocupa es concluir que en México lo que conviene es una oposición moderada que resista la tentación del discurso estridente y polarice a la sociedad. El centro político que dialogue y represente agendas de derecha e izquierda puede convertirse en una opción de gobierno de coalición, atractiva y pertinente para una mayoría de mexicanos harta de la estridencia, las ocurrencias y los malos resultados.
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