Hace 18 años, ingenuamente, decidí empezar el año nuevo asistiendo a una gran cena con una gran orquesta que me permitiera escoger mis mejores deseos para los próximos seis años.
El costo de la entrada parecía garantizar una noche inolvidable pues incluía una gran variedad de platillos que degustaríamos. Sin embargo la frustración vino de inmediato cuando tenía que escoger de entrada entre una sopa juliana y una crema de elote acompañada con agua de Jamaica.
Todos esperábamos de plato fuerte salmón, caviar o de perdis un lechón y para el brindis esperábamos un buen vino espumoso acompañado de un coñac y o sorpresa, que llega el vino pasado y el típico bacardy con sus respetivas cocas.
En fin todos pensamos que con el baile olvidaríamos la frustración de la cena y disfrutaríamos de una gran orquesta que nos daría la oportunidad de sacar nuestros mejores pasos pero o sorpresa la orquesta no llego y nos tuvimos que conformar con el karaoke del salón.
Al igual que esa esperada noche, en breve saldrá en medios el menú ofrecido con los cuatro candidatos a la presidencia de la república y conoceremos el entremés ofrecido, que se espera sea una guerra sucia sin cuartel aunque todos ofrecerán su mejor platillo acompañado de exquisitas bebidas que prometen acabar con el cáncer de la corrupción y la impunidad y como postre todos nos prometerán una gran vida sin pobreza con crecimiento y empleo, aderezado con un buen salario.
No suena mal verdad.
Muchos se han preparado para elegir a su nuevo presidente. El menú está claro y los comensales debemos elegir entre Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya, José Antonio Meade o Margarita Zavala.
Todos sabemos que la sopa que ofrecen puede ser; caldo de menudencias, Maruchan jugo de carne y lentejas, con la claridad de que la sopa que se elija no la debemos tragar durante los próximos seis años con la salvedad de que el baile será de pronóstico reservado.
Para la mayoría de los mexicanos, el primero de julio será una gran noche, pues conoceremos el menú que debemos consumir durante los próximos seis años con buen ánimo que puede incluir una sopa que nos mantenga en el baño todo el día, un guisado que nos dé agruras aderezado con pequeños retorcijones y para cerrar boca un postre de pitaya que nos cierre la boca por pensar que el candidato que elegimos nos podrá ofrecer un buen digestivo para digerir el menú que hemos elegido.
Lo peor de esa gran noche del próximo 1° de julio es que se estima que el sesenta por ciento de los mexicanos votantes, tendremos que comer el menú que escogieron el restante cuarenta por ciento.
En conclusión el problema no es la fiesta, el problema es de quien la organiza y de quien asiste, por ello tal vez sea conveniente que nosotros en nuestra calidad de comensales, cambiemos el menú y decidamos entre comer lo que nos ofrecen o comer lo que nosotros proponemos. ¿No lo creen?