“La Opinión Diario de la Mañana”, sin duda es parte de la vida de varios de los periodistas de mi generación, los cuales pasamos por este lugar, el cual se convirtió en una verdadera escuela de periodismo.
En el periódico de Oscar López, nos encontramos en un momento Ruth Piedrhaita, Claudia Hernández Medina, Verónica Vélez, René Winder, Ismael Bermejo, Azucena Hernández, Ana Gabriela Fuentes, Jesica Baltazares, Iván Mercado y Jorge Castillo, solo por mencionar algunos, todos bajo la batuta del inolvidable, señor Ponce, Miguel Ángel Ponce.
En “La Opinión Diario de la Mañana” se respiraba el romanticismo de las viejas redacciones, un ambiente de camaradería y de bohemia, característico de los periódicos.
A muchos de nosotros todavía nos tocó redactar en las antiguas máquinas de escribir, en donde se metían las hojas de papel con su respectiva calca, para poder entregar la original al jefe de información, el señor Ponce, quien clasificaba las noticias y se encargaba del cabeceo, oficio que desempeñaba con la maestría de un artesano.
Aun puedo ver al señor Ponce, con su cigarro en mano, midiendo en sus hojas, parecidas a las de cálculo, la nota de ocho columnas, como solía hacerse en los periódicos de la época.
Al fondo del vetusto inmueble, ubicado en la 3 Oriente, en pleno Barrio de Analco, estaban las viejas rotativas, en donde se imprimía el periódico y casi al lado, el cuarto de fotografía, con mi querido Raúl Rodríguez Bautista y Rafael Durán, revelando sus rollos, el olor a gasolina y químicos, se mezclaba de una forma singular. Esa era la vieja Opinión.
Azucena Hernández estaba a cargo de La Opinión de San Martin Texmelucán, un semanario, el cual tuvo mucho éxito en esa región, todos los días viajaba hacia municipio para armar su edición.
Ismael Bermejo entró inicialmente para cubrir la fuente de la Universidad Autónoma de Puebla, su trabajo fue tan bueno, que de ahí nació la idea de fundar “La Opinión Universitaria”, el periódico hermano, que de inmediato se convirtió en un éxito editorial y que después fue dirigido durante muchos años por Ángel Ortega.
“La Opinión Universitaria” fue un semanario líder un producto más que innovador para la época.
Para mi, trabajar en “La Opinión” y también en el entonces “Grupo ACIR” representó, el mejorar sustancialmente mis ingresos, además de aprender a redactar para un diario, lo cual era completamente diferente a lo que se hacía en radio.
Desde la universidad me comenzó a gustar la vida nocturna y nada mejor que el ambiente de la redacción de un diario, para disfrutar la noche, con todos sus atractivos.
Todos los viernes, el señor Ponce comenzaba a pedir la cena. El cierre de edición se hacía generalmente entre las 12 de la noche y la una de la mañana y posteriormente había que revisar la primera plana para evitar que hubiera errores.
Salíamos a comprar las cemitas y los tacos y también “las diarias”, tres cervezas mínimo para abrir boca, para luego proceder a ir por “el fuerte”, una botella de brandy o de ron, para acompañar la larga velada.
En las antiguas redacciones se decía que “un periodista que no olía a alcohol, era como una flor sin aroma”.
Las largas pláticas con el señor Ponce incluían, por supuesto, temas de política, cine en donde era un auténtico conocedor, periodismo y por supuesto, sus anécdotas de juventud. “Todo tiempo pasado, jóvenes, siempre fue mejor”, nos decía.
A los 23 o 24 años de edad el escuchar y vivir todo ese ambiente, sin lugar a dudas, fue inolvidable.
El señor Ponce fue todo un maestro para muchos de mi generación y “La Opinión Diario de la Mañana”, como lo dije, se convirtió en una de las mejores escuelas de periodismo de la época.
Trabajé de manera ininterrumpida en este lugar de 1993 a 1998 y sin lugar a dudas, fueron cinco años de gran aprendizaje, para mi formación periodística, no hay nada como trabajar para un diario, eso que ni qué.
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