Concluido mi ciclo dentro del entonces Grupo ACIR Puebla vino un breve periodo de incertidumbre, eran pocas las alternativas y para los reporteros una de esas era incorporarse a las oficinas de prensa.
Conocí y traté a Mario Marín Torres desde que se desempeñaba como subsecretario de Gobernación y, como ya lo mencioné en otro de mis escritos, a fuerza de insistencia, poco a poco, me gané su confianza, de tal forma que me identificaba muy bien.
Al quedarme sin empleo, no dude en buscar al entonces candidato a la presidencia municipal de Puebla, quien me envió a entrevistarme con su entonces secretario particular, Javier López Zavala, ahí fue donde conocí a Javier.
Marín ganó sin muchos problemas la presidencia municipal de Puebla, imponiéndose al panista, José Antonio Díaz García (el mosco), el candidato ganador me invitó a trabajar de manera directa con él. Me convertí en su reportero personal, lo acompañaba a todos los eventos a los que asistía, pero inevitablemente esto provocó celos dentro del primer círculo de su equipo.
Valentín Meneses Rojas, el compadre, el hermano de Marín y entonces director de Comunicación Social de la recién iniciada administración, vio con recelo mi cercanía y decidió quitarme de esa posición, alegaba él y sus cercanos, que nunca había estado en campaña con ellos y que por lo tanto no me merecía ese lugar.
Javier Luna, el jefe de Prensa, me asignó a la oficina de Prensa de la dirección de Desarrollo Urbano, que en ese entonces presidia, Eduardo Macip.
Yo no tenía relación con él, ni siquiera nos conocíamos y eso complicó las cosas, no me gustó el cambio y no me sentía cómodo en ese lugar. Las cosas no iban nada bien.
La administración municipal apenas iba para su segundo mes cuando un día acudí a Palacio Municipal, al salir decidí caminar por Reforma, solo había dado unos cuantos pasos, cuando me encontré a un personaje que iba a cambiar mi vida, Rafael Quiroz Corona.
Rafa y mi esposa Claudia tenían familia en común; por lo tanto, ya nos habíamos visto en varias ocasiones, era el año de 1999 y también eran los primeros meses de la administración del entonces gobernador, Melquiades Morales Flores.
Rafa me saludó y me preguntó:
– ¿Cómo te va en tu trabajo?
– Pues más o menos Rafa, le dije, no estoy muy a gusto, no me acoplo, le dije.
– Vente a trabajar conmigo, me dijo, necesito alguien con tu perfil para complementar a mi equipo.
– ¿Con quién estas?, le pregunte.
– Con el gobernador Melquiades Morales Flores, Mauro (González Rivera), me pidió que me quedara a trabajar con él, como su segundo de abordo.
– Me encantaría, le respondí.
– ¿Cuándo te gustaría comenzar?, me dijo.
– Mañana mismo.
Al día siguiente, ya no fui a trabajar a la dirección de Desarrollo Urbano, ni fui a dar las gracias, algo que reconozco fue un error, una falta de cortesía, hacia Marín, quien me había tendido la mano.
Rafa me presentó con Mauro, quien me dio la bienvenida a su equipo, junto con su entonces secretario Particular, Jaime Maverick Molina.
Quedé como encargado del monitoreo de Medios de Comunicación del Gobierno del Estado y de la mano de Rafa Quiroz aprendí lo poco que se de análisis político.
Quiroz fue un gran maestro en muchos aspectos, fue un gran jefe, pero sumamente exigente, era perfeccionista, no dejaba escapar ni el más mínimo detalle y le gustaba que todo estuviera en orden, reitero, fue una etapa de mucho aprendizaje, el cual replique más adelante en mí día a día, pero sobre todo en mi práctica periodística.
La situación no era fácil, el gobernador Melquiades tenía muy acotado en su actividad a Mauro, de entrada había tres subsecretarios, Martín Márquez de medios regionales, Fernando Villa Salas de medios nacionales y amigo de su hijo Fernando Morales Martínez y Rafa, quien se encargaba del análisis, la imagen y el monitoreo, los choques en este equipo eran constantes.
Independientemente de esto, el entonces secretario de Finanzas, Rafael Moreno Valle, concentraba la asignación de los convenios de comunicación con los medios, lo cual menguaba la autoridad de Mauro, pero, además, el entonces secretario particular, Víctor Manuel Giorgana, también metía mano, así como el siempre hábil director de Atención Ciudadana, Ernesto Echeguren.
Todo el ambiente dentro de la oficina de Comunicación era complicado, las intrigas palaciegas y la disputa por el cariño del gobernador eran la constante, no obstante, reitero, al lado de Rafa aprendí mucho sobre la política aldeana.
La paga era muy buena, Mauro era muy extraordinario jefe lo mismo que Rafa, a lado de ambos viví un sismo brutal, el del 15 de junio de 1999 y las lluvias más terribles en la historia de Puebla, bautizadas por el entonces presidente de México, Ernesto Zedillo Ponce de León, como “la tragedia de la década”. Toda la Sierra Norte de Puebla quedó devastada por las precipitaciones de finales de septiembre e inicios de octubre de ese año.
Nunca olvidaré ese año al lado de mi amigo y maestro, pero la vida seguía y el destino nos iba necesariamente a separar.
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