Mis Treintas: La letra con sangre entra, técnica Bravo

A inicios de 1990 entre a estudiar periodismo, pero necesitaba desesperadamente comenzar a trabajar, para poder pagarme mi escuela.

Nunca había trabajado en mi corta vida, no tenía conocidos que me pudieran dar trabajo, pero mi papá sí. Su padrino Federico García había tenido un pequeño periódico en los años sesentas y setentas.

Gracias a su padrino, mi padre entró a trabajar en las delegaciones municipales, era el alcaide, la persona encargada de vigilar a los presos, tanto los que incurrían en faltas al bando de policía y buen gobierno, como a los que consignaban ante el ministerio público.

Ahí conoció a Alejandra Fonseca, quien tenía una organización que defendía a las sexoservidoras que trabajaban en las calles de Puebla. Mi padre conocía de la cercanía que tenía con el periodista más influyente de la época, Enrique Montero Ponce y no dudo en pedirle una oportunidad para mí.

Crecí oyendo a Montero, cuando mi padre me llevaba al colegio en su viejo Chevrolet Biscayne modelo 1961, mientras desayunábamos y en el trayecto a la escuela, era de cajón, escuchar la ya para entonces Tribuna Radiofónica.

Alejandra Fonseca le explicó a mi padre que era imposible que Montero Ponce me diera trabajo, pero le dijo que tenía una amiga que era una gran periodista y que precisamente trabajaba para Montero, Pilar Bravo, con la cual me recomendó.

Pilar era la mejor reportera de esa época, había estudiado periodismo en la Carlos Septién y también había vivido en Francia, sin duda era la “estrella” del noticiero de Montero, era temida y respetada.

A inicios del mes de marzo de 1990 conocí a Pilar, quien además de trabajar con Montero, era la corresponsal en Puebla de la Agencia Mexicana de Noticias (Notimex). Bravo era muy dura en su trato, no se andaba por la ramas, ni con contemplaciones. Me dijo que no había trabajo como reportero, pero que me ofrecía vender unos terrenos propiedad de su familia en San Felipe Hueyotlipan, a cambio de una comisión por cada terreno vendido, le dije que sí y vendí tres de 10 lotes.

Al terminar de vender los terrenos, Pilar me dijo que si estaba interesado en seguir con ella y aprender a reportear, le dije que sí y me citó al día siguiente en su oficina de Reforma entre la 5 y la 7 Sur.

Ahí conocí a Blanca Macías, hermana de Carlos Macías Palma, quien trabajaba como secretaria de Pilar y a Francisco Sánchez Nolasco “Paquito”, su segundo de a bordo en Notimex y quien a su vez trabajaba también como reportero de Momento Diario.

Ese fue mi primer contacto con gente relacionada con el mundo del periodismo.

Mi primera labor era monitorear los noticieros de radio, “A tiempo” de Grupo Acir Puebla, que pasaban cada hora, Oro Noticias de la tarde y “Primero Noticias” de la tarde con Carlos Martín Huerta Macías, que se transmitía de 14 a 15 horas en la entonces Stereo Rey.

Anotaba las noticias más importantes y se las comentaba a Pilar, iba por los periódicos y buscaba noticias que le pudieran interesar a mi jefa, del El Sol de Puebla, que dirigía Raúl Torres Salmerón, El Heraldo, de don Sergio Reguero, en Cambio de Fernando Alberto Crisanto, en Momento Diario de Baraquiel Alatriste y en la entonces naciente sección del Universal Puebla, dirigida por Rodolfo Ruiz.

A veces acompañaba a Pilar a reportear, eran los últimos dos años de la administración de Mariano Piña Olaya, pero yo solo la veía hacer su trabajo, todo mundo le abría a las puertas a la periodista de Tribuna, era sumamente influyente.

Un día me entregó mi primera grabadora y mi casete y me envió a Palacio de Gobierno, a “chacalear” entrevistas, a meter la grabadora y ver a quien entrevistaba. Esta demás decir que temblaba de miedo,
Todos me miraban como un bicho raro y no sabía ni siquiera a quien entrevistaban, ni siquiera me dirigían la palabra, era un choque de generaciones, un grupo de jóvenes reporteros, contra gente de más experiencia, como Carlos Macías Palma, de Radio Oro, y Gustavo Paz Bretón, del Sol de Puebla.

Al regresar a la redacción, Pilar me pidió que escribiera la nota y así lo hice, o al menos lo intente hacer. El resultado fue desolador, no puede escribir ni una cuartilla, Bravo me rompió la hoja y me puso una tremenda regañiza, a duras penas pude contener mis lágrimas de frustración e ira y así ocurrió varias veces durante muchos días.

Estuve a punto de renunciar y largarme de ahí, pero mi amor propio me exigió quedarme y demostrar que podía seguir adelante, aunque la experiencia tenía un costo bastante doloroso. Llegue a pensar que no servía para el periodismo, que esta no era mi vocación.

Días más tarde conocí un personaje que cambio mi vida para siempre. Su nombre Oscar Victoria.

riva_leo@hotmail.com
Twitter: @riva_leo

febrero 14, 2021 - 6:00 pm

Por: Ricardo Morales Sánchez

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