Independientemente de quién resultó electo candidato a gobernador por Morena, algo puso en evidencia: ese partido mostró su peor perfil en menos de dos meses. Acusaciones, divisiones, pleitos, guerra sucia y falta de operación política de todos (repetimos la palabra todos, por favor) los actores de ese partido.
La culpa no la tiene el indio sino quien ve sus películas.
Es un hecho que Morena gobernará el estado los próximos cinco años y medio y por eso los tres precandidatos: Luis Miguel Barbosa, Alejandro Armenta y Nancy de la Sierra dijeron que se la merecían. Ninguno estuvo dispuesto a negociar.
Los tres, porque así fue, jugaron al quítate tú para que me ponga yo. El más iracundo, porque en su estrategia raspó al gobierno interino, fue Alejandro Armenta. Dirigió sus baterías no solo contra el favorito en las encuestas sino que su estrategia fue hacer un Juan Escutia: envolverse en la bandera y tirarse del segundo piso a ver qué conseguía.
El delegado especial de ese partido, Mario Bracamonte, quedó rebasado. Nunca dio un manotazo en la mesa. Nunca llamó a los legisladores locales a actuar con prudencia, nunca buscó a la presidenta municipal Claudia Rivera para que no se metiera entre las patas de los caballos mientras se llevaba a cabo la precampaña, jamás les jaló las orejas a los aspirantes porque sus seguidores se aventaban hasta bombas molotov en redes sociales.
Es más, les aseguro que muchos dirán ¿Mario Bracamonte? ¿Y ese quién es? No se apuren, todos lo pensamos. Es como el papá ausente que cuando llega a su casa, el niño grita “¡mamá, ya llegó el señor de la foto!”.
La precampaña estuvo llena de golpes bajos, descalificaciones, militantes acusando a medios de comunicación y a las encuestadoras que dieron a conocer sus resultados. La reciente contienda generó una gran división en el cabildo angelopolitano (independientemente de la notable carencia de operación política), provocó una honda fractura en el Congreso del estado y ¿para qué?
Morena está fragmentada y así nos van a gobernar, pero la culpa fue de ellos mismos, nosotros los ciudadanos solo seremos los rehenes de sus exabruptos. Los que no participan en el círculo rojo (que es la mayoría) ¿qué puta culpa tienen?
La misión de quien quedó electo candidato a gobernador será unir las piezas, perdonar los agravios y sumar a sus adversarios internos. Se dice fácil pero la verdad es que no lo es pues la carencia de oficio se notó. Fue más importante la lucha por el poder.
Morena en Puebla mostró su verdadero rostro y sus seguidores no son tan distintos a lo que tanto criticaron del PRI y del PAN.
Marín, el Midas pero al revés
En unos dos años Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro presentarán una película sobre el libro Los demonios del edén y sobre la cuestionada detención de su autora Lydia Cacho, en esta aparecerán todos los protagonistas de la historia: Kamel Nacif, Jean Succar Kuri, Mario Marín “el gober precioso”, Adolfo Karam, Juanito Nakad y demás caterva.
¿A quién diablos se le ocurrió la brillante idea de invitarlo a la unción de Alberto Jiménez Merino como candidato del PRI?
Si los mexicanos ganadores del Oscar piensan hacer una película del caso que cimbró a Puebla en el 2006, ¿por qué piensan que ya se olvidó? El hecho de que Moreno Valle haya muerto y que ya no los correteen con sus expedientes, no significa que la gente haya olvidado la clase de persona que fue “el héroe de la película”.
Con Marín hubo muchos lastimados y no solo por ese caso, cuando entregó la gubernatura engañó a su propia militancia haciéndole creer que ganaría Javier López Zavala e hizo que muchísimos empresarios le metieran lana a esa campaña y terminaran exiliados o en el ostracismo durante los ocho años que gobernó el morenovallismo.
Marín es un impresentable aunque no lo admitan. Nadie niega que tenga sus seguidores y menos que será quien subsidiará la campaña de Merino, pero no traten de negar lo innegable.
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