Si analizamos los perfiles de todos los que aspiran a contender en las elecciones extraordinarias en Puebla nos damos cuenta que no hay ni a quien irle. Ejemplo, Nancy de la Sierra se destapó en conferencia de prensa. Ella, la oriunda de Teziutlán quien en el 2016 dijo que odiaba a sus paisanos de la Sierra Nororiental en un programa que conducía con Enrique Núñez.
“-¿A quién odias? -preguntó Núñez, director del diario Intolerancia.
“-A los teziutecos en general,- respondió Nancy de la Sierra.
“-Pero cómo puedes ir a buscar el voto allá -interrumpió el periodista Fernando Maldonado.
“-…si dices que los odias -añadió Núñez.”
Y de la Sierra remató: “¡Pues de allí soy!… Odio la raíz…O sea… Odio como es el pueblo a raíz de…
“-A los que votaron en tu contra -acotó Núñez.
“-No, no a los que votaron en mi contra… La lógica de la gente
“-Es difícil -dijo Núñez.
“-Está muy complicada -concluyó Nancy”.
¿Cómo darle voz a una mujer que odia a los que pretende gobernar? Y cómo darle poder a la esposa de uno de los políticos que cambia de parecer e ideología según el clima. Un día José Juan Espinosa fue morenovallista, al otro día era su enemigo, al siguiente era candidato a diputado local y era aliado del exgobernador Moreno Valle, posteriormente era el principal crítico, más tarde fue alcalde de Cholula y habría que fortalecerlo y ya con el cargo, otra vez, era el principal enemigo.
¿A cuál de sus múltiples personalidades le debemos hacer caso?, ¿con cuál de todos los seres que habitan en él habría que platicar?, ¿cómo entender a un político esquizoide?
Pero lo mismo ocurre en Acción Nacional, uno de los errores que cometió Rafael Moreno Valle fue que no creo cuadros ni liderazgos. Su estilo personal de gobernar que se caracterizó por su mano dura provocó que nadie brillara por su propio nombre. Todo giraba en torno a él y sus seguidores eran fieles soldados que no cuestionaban nada que dictara su líder supremo.
Si Moreno Valle decía blanco, todos decían blanco. Si el exgobernador decía negro, sus empleados replicaban negro. Era el Gran Hermano. Y si dos más dos son cinco, tenían que ser cinco, como en la novela 1984.
El único que salió de esa línea fue Tony Gali porque su carisma, talento y forma de tratar a la gente logró cosechar muchos adeptos, pero lamentablemente, una parte del morenovallismo nunca lo vio como suyo, nunca lo aceptó e intentó bloquearlo varias veces. Solo es una pregunta tonta: ¿alguien sabe por qué no hay gente de Gali en el gabinete que armó Martha Erika Alonso?
El problema es que en el estilo de gobernar con mano dura, cuando el líder no está, los seguidores no saben qué hacer. Unos lo imitan, pero no les sale, otros quieren ser innovadores pero hacen el ridículo, otro tanto pretende colgarse de su memoria para sacar raja de ello, pero todos se dan cuenta de sus perversas intenciones.
Entre ellos mismos se aplauden en público, pero se destrozan en privado. Viven su propia hipocresía, pero al final muchos quieren ponerse el traje del emperador, aunque no se han dado cuenta que les queda muy grande.
No hay ni a cual irle porque los perfiles son demasiado conocidos para bien y para mal. Alejandro Armenta, que si bien se ha mantenido un poco -solo un poco- alejado de esta contienda, carga en sus hombros la sombra de Mario Marín. No hay forma que no se le ligue y no hay manera que a Marín no se le recuerde por haber encarcelado a una periodista que denunció una red de pederastia a principios del segundo milenio.
Y si volteamos hacia el PRI, el viento no es nada halagador: Enrique Doger Guerrero iba bien hasta la contienda pasada que le hizo el caldo gordo a Acción Nacional o por lo menos eso denuncian sus correligionarios. Además, el PRI es la principal causa del triunfo de Morena en casi todo el país. En la mayoría de los casos, hablar de priismo es hablar de corrupción.
En las elecciones extraordinarias que viviremos no hay muchas opciones. La caballada, diría el clásico, está flaca y guanga. En algunos casos los perfiles podrían ser buenos como gobernantes, pero quizá no tengan la fuerza para ser candidatos.
Morena podría ganar así pongan a un burro como su abanderado, porque ahí gana el partido y no el candidato. Nunca, en la historia reciente del país, se había dado el fenómeno que un gran número de ciudadanos defienda ciegamente a un presidente. Las simpatías con las que aún cuenta López Obrador podrían traerles consigo otro triunfo. El bono de credibilidad no se lo han acabado.
El riesgo es que llegue a la gubernatura un impresentable y solo porque el voto de castigo al PRIAN, el odio y el revanchismo se imponga sobre la razón. No es porque no merezcan ser castigados muchos políticos del PRI y del PAN y de sus partiditos aliados como PSI, Nueva Alianza y Compromiso por Puebla. Claro, se necesita hacer una limpia de mucho arribismo que hay en toda esa clase política, pero ¿las criaturas (ciudadanos) qué culpa?
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