El panismo debe estar muy contento. Desde el 2011 para finales del año pasado los tradicionales de ese partido gritaban: “debemos regresar a nuestros orígenes. A nuestra forma de ser”, en referencia a Rafael Moreno Valle y su grupo político.
Hoy, a unos escasos días de las elecciones, lo han logrado, pues están como siempre fueron hasta antes del morenovallismo: el eterno segundo lugar, un partido pequeño de familias custodias, presumiendo de un rancio abolengo y socialmente dictando discursos de supuestas democracias y leyes de transparencia.
El panismo poblano que está dirigido por El Yunque regresa a lo que siempre fue y será: el de las victorias plurinominales, el de las alianzas con grupos empresariales que usan a su estructura para presionar a los gobiernos a fin de conseguir obra pública o concesiones en servicios.
Además, un partido dirigido por unos cuantos generales: Ana Teresa Aranda, Francisco Fraile, Humberto Aguilar Coronado y Eduardo Rivera Pérez. Los demás militantes sino tienen un apellido de abolengo no tienen cabida. Ese panismo que siempre usa a sus afiliados con la promesa de que algún día tendrán un puesto de elección popular. Que a quien se lo otorgan son manipulados y desechados como vil jeringa plastipak.
A escasos doce días de los comicios, los tradicionales están a punto de recobrar su partido, se podrán deshacer de una buena parte del morenovallismo que aún sigue en las estructuras y sentirán que nuevamente son los soldados de Dios incrustados en Acción Nacional. Con largas luchas y pocos triunfos. Lástima que no hay gubernatura plurinominal para todos ellos.
Y es que el tonto útil resultó ser el ex rector de la UDLAP. Fue engañado, usado y lo más probable es que desechado. Uno no entiende, por ejemplo, por qué esos grupos “progres” apoyan a un partido de derecha que ya saben cómo es y hacia a dónde va.
¿Qué le pasó a Enrique Cárdenas Sánchez? ¿Por qué perdió el piso? Ayer lo vimos fuera de sus casillas ante una pregunta normal de un reportero de Diario Cambio. ¿Qué le pasó? Cárdenas no estaba listo para contender. Esta guerra no era su guerra. Quizá pudo haber peleado por la alcaldía en el 2021 y a lo mejor las condiciones y los astros se le podrían haber alineado.
No hubiera perdido su prestigio.
Nunca entendió, no observó las señales y prefirió confiar en su ego y en las locuacidades de Gabriel Hinojosa. Al académico le hizo falta ver más bax desde el año pasado. Jugar a la política es jugar con fuego. Las envidias, las lealtades y las traiciones están a la orden del día. No es un concurso de la reina de la primavera del Instituto México,
Luis Miguel Barbosa, en cambio, hizo callo, afinó el colmillo, midió a su oponente. Habría enfrentado a un dragón como era el morenovallismo y al final salió intacto de esa batalla. Independientemente del trágico final para la pareja Alonso-Moreno Valle, Barbosa se había confrontado de frente contra el aparato estatal que incluía dinero, espionaje, acusaciones en medios de comunicación, panistas y priistas peleando por un plato de lentejas y que eran capaces de cualquier cosa con tal de sobrevivir.
Enrique Cárdenas, con sus seguidores, solo son activistas de sofá.
Insistimos, el abanderado del PAN no entendió que esta no era la ruta crítica. Alguien lo engañó. Le dijo que era su momento. Él le creyó y no se dio cuenta que el panismo lo aventó para perder, para que las familias tradicionales escupan lo poco que queda del morenovallismo y retomen el control de ese partido.
El PAN va a perder ganando. Retoman el control de su partido. Regresan a ser lo que siempre fueron. El Yunque regresa a Puebla y en unos años puede ponerse al nivel de sus hermanos juramentados de Guanajuato, mientras que a nivel nacional Marko Cortés dejaría su partido ante la derrota a otro seguidor de Ricardo Anaya para mantener las prerrogativas que al fin y al cabo es lo que buscan, o ¿a poco creen que ellos de veras creen en la democracia?
¡Bah, pamplinas!
Ilustración: Alejandro Medina
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