Por amor al juego

Quise ponerle este título a mi columna semanal, recordando aquella preciosa película beisbolera protagonizada por Kevin Costner en la que interpreta a un pitcher que atraviesa por dos momentos cruciales en su vida: el retiro como jugador activo y su complicada relación personal con la mujer que ama, situaciones que analiza al tiempo de estar lanzando el que podría ser el último partido de su carrera.
Todo lo anterior viene al tema, porque al igual que el personaje de la película, que, por cierto, usted puede ver en Netflix, soy de los románticos que aman al béisbol por sobre todos los demás deportes.
El béisbol me ha obsequiado momentos inolvidables, grandes satisfacciones y amigos entrañables, aparte de reconocer a los peloteros como auténticos caballeros.
Gracias al béisbol tuve la gran oportunidad de entrevistar a uno de mis grandes ídolos, Fernando Valenzuela, cuando incursionó en la Liga Mexicana después de su histórico paso por las grandes ligas. Aquella tarde, en el Parque Hermanos Serdán, recuerdo que lo vi sentado en la caseta visitante y me acerqué con muchas reservas a pedirle unos minutos. Si voltear a verme, me respondió que si acaso podría platicar conmigo máximo cinco minutos y de inmediato encendí mi grabadora. Quiero creer que se dio cuenta que sabía algo de su gran trayectoria, porque esa charla duró más de media hora y al terminar se despidió de un servidor como si me conociera de toda la vida.
En alguna otra ocasión conversé con Vinicio Castilla, como con personajes de la talla de Paquín Estrada, Jesús Sommers, Alfonso “El Houston” Jiménez, Pedro Iturbe, José Juan Bellazetín, entre tantos más, con cada uno de los cuales comprobé su gran calidad humana.
Tengo la satisfacción de haber transmitido a nivel de terreno de juego más de 700 partidos de Pericos en dos etapas, la primera en las temporadas de 1994 y 1995, y luego del 2000 al 2006, y creo que algo aprendí de todo eso, como para dar el siguiente comentario: a nuestro amado béisbol mexicano le está haciendo falta reducir el tiempo de juego.
Por muchas circunstancias, ya no estamos para seguir viendo partidos extremadamente largos, ya no es factible que un partido dure más de 4 horas, y no obstante reconocer que se han hecho cosas al respecto, no han sido suficientes.
Por ejemplo, de poco sirve que el pitcher relevista tenga la obligación de enfrentar a tres bateadores como mínimo antes de ser cambiado si las circunstancias obligan a ello, si cada vez que enfrenta a un bateador, un integrante del cuerpo técnico entra a platicar con él, porque entre visita y visita, los minutos perdidos ya no se recuperan, o las famosas revisiones de vídeo en jugadas polémicas, que a veces se llevan más de 10 minutos por el arcaico sistema que implementan para ello.
Sí, ya sé que ustedes me dirán que en eso de los tiempos, un factor incontrolable es la lluvia que, o retrasa el inicio de los duelos, o los interrumpe a veces de manera definitiva, pero hasta en eso se puede hacer algo: si cae un aguacero que deja en muy malas condiciones el partido que se va a jugar 3 ó 4 horas más tarde, que ese partido se posponga y se avise de inmediato a los aficionados, o si el encuentro es interrumpido una vez que ya arrancó, reducir de tres medías horas a una hora o menos el tiempo de espera. No puede ser que pasadas las 3 medias horas, si la lluvia paró, se destine a veces hasta una hora más (adicional a las 3 medias horas) en lo que se arreglan las partes más afectadas del campo de juego, para reanudar las acciones.
Ojalá que un día, el aficionado al béisbol en México sepa que del momento en el que se canta el playball al final del partido, no pasarán más de 3 horas. Se puede, claro que sí.
Me gustaría saber su opinión. Le pido que me escriba al Twitter@DeporPueblaRHE.
Hasta la próxima.
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El jue., 10 de junio de 2021 8:57 a. m., Ricardo Hernandez Esparza escribió:
Hola, Sam, podrás subir mi columna a enlineadeportiva.com.Mx y a efekto10.com por favor?

En Línea Estadística, la columna de Ricardo Hernández Esparza.

Por amor al juego.
Quise ponerle este título a mi columna semanal, recordando aquella preciosa película beisbolera protagonizada por Kevin Costner en la que interpreta a un pitcher que atraviesa por dos momentos cruciales en su vida: el retiro como jugador activo y su complicada relación personal con la mujer que ama, situaciones que analiza al tiempo de estar lanzando el que podría ser el último partido de su carrera.
Todo lo anterior viene al tema, porque al igual que el personaje de la película, que, por cierto, usted puede ver en Netflix, soy de los románticos que aman al béisbol por sobre todos los demás deportes.
El béisbol me ha obsequiado momentos inolvidables, grandes satisfacciones y amigos entrañables, aparte de reconocer a los peloteros como auténticos caballeros.
Gracias al béisbol tuve la gran oportunidad de entrevistar a uno de mis grandes ídolos, Fernando Valenzuela, cuando incursionó en la Liga Mexicana después de su histórico paso por las grandes ligas. Aquella tarde, en el Parque Hermanos Serdán, recuerdo que lo vi sentado en la caseta visitante y me acerqué con muchas reservas a pedirle unos minutos. Si voltear a verme, me respondió que si acaso podría platicar conmigo máximo cinco minutos y de inmediato encendí mi grabadora. Quiero creer que se dio cuenta que sabía algo de su gran trayectoria, porque esa charla duró más de media hora y al terminar se despidió de un servidor como si me conociera de toda la vida.
En alguna otra ocasión conversé con Vinicio Castilla, como con personajes de la talla de Paquín Estrada, Jesús Sommers, Alfonso “El Houston” Jiménez, Pedro Iturbe, José Juan Bellazetín, entre tantos más, con cada uno de los cuales comprobé su gran calidad humana.
Tengo la satisfacción de haber transmitido a nivel de terreno de juego más de 700 partidos de Pericos en dos etapas, la primera en las temporadas de 1994 y 1995, y luego del 2000 al 2006, y creo que algo aprendí de todo eso, como para dar el siguiente comentario: a nuestro amado béisbol mexicano le está haciendo falta reducir el tiempo de juego.
Por muchas circunstancias, ya no estamos para seguir viendo partidos extremadamente largos, ya no es factible que un partido dure más de 4 horas, y no obstante reconocer que se han hecho cosas al respecto, no han sido suficientes.
Por ejemplo, de poco sirve que el pitcher relevista tenga la obligación de enfrentar a tres bateadores como mínimo antes de ser cambiado si las circunstancias obligan a ello, si cada vez que enfrenta a un bateador, un integrante del cuerpo técnico entra a platicar con él, porque entre visita y visita, los minutos perdidos ya no se recuperan, o las famosas revisiones de vídeo en jugadas polémicas, que a veces se llevan más de 10 minutos por el arcaico sistema que implementan para ello.
Sí, ya sé que ustedes me dirán que en eso de los tiempos, un factor incontrolable es la lluvia que, o retrasa el inicio de los duelos, o los interrumpe a veces de manera definitiva, pero hasta en eso se puede hacer algo: si cae un aguacero que deja en muy malas condiciones el partido que se va a jugar 3 ó 4 horas más tarde, que ese partido se posponga y se avise de inmediato a los aficionados, o si el encuentro es interrumpido una vez que ya arrancó, reducir de tres medías horas a una hora o menos el tiempo de espera. No puede ser que pasadas las 3 medias horas, si la lluvia paró, se destine a veces hasta una hora más (adicional a las 3 medias horas) en lo que se arreglan las partes más afectadas del campo de juego, para reanudar las acciones.
Ojalá que un día, el aficionado al béisbol en México sepa que del momento en el que se canta el playball al final del partido, no pasarán más de 3 horas. Se puede, claro que sí.
Me gustaría saber su opinión. Le pido que me escriba al Twitter@DeporPueblaRHE.
Hasta la próxima.

junio 10, 2021 - 9:20 am

Por: Ricardo Hernández Esparza

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