La mayoría de los seres humanos vivimos en una contradicción eterna, nos cuesta demasiado reconocer el talento y el éxito ajeno. Es mucho más común y sencillo minimizarlo, cuestionarlo, menospreciarlo, siempre habrá un “pero”. Somos los más severos críticos de lo ajeno y los más condescendientes con lo propio.
Hagamos un ejercicio y una pregunta simple; ¿eres o fuiste el mejor jugador de tu calle, de tu colonia, de tu escuela, de tu municipio, de tu estado o de tu país? Quizá en las primeras opciones algunos lo podrán confirmar de manera positiva, pero a medida que avanza la complejidad las respuestas serán negativas en su inmensa mayoría. Tener éxito, aunque sea a menor escala sin importar el oficio o profesión, lamentablemente, NO es para todos, por simple que parezca.
Por eso, más allá de los gustos y preferencias personales reconocer a quien lo tiene ya sea en lo personal o profesional habla de madurez emocional. Lograr el éxito es muy complicado y multifactorial. Es una combinación de talento, dedicación, perseverancia, mentalidad, circunstancias y suerte. No basta una sola de ellas. Pero si esto es complicado, dejar un legado, trascender, servir de ejemplo, de inspiración lo es mucho más. Quién lo logra, se convierte en una leyenda, en un inmortal.
Por supuesto que cuando toca la manera de elegir y decidir por una mayoría a veces se trastoca. Sucede algo muy similar de lo que ocurre en el día a día en la jungla de las redes sociales, aquel que no piensa igual que nosotros además de estúpido, es un vendido y mi enemigo. Es común que aparezcan los insultos cuando faltan los argumentos y además se toma como algo muy natural.
Dice la biblia que la inmortalidad es la vida sin fin, la que está exenta de muerte. Y en un mundo como el nuestro, en la vida real no son muchos los terrestres que alcanzan la etiqueta de inmortales. La inmortalidad personal y deportiva no es para los buenos, es solo para la gente extraordinaria, los que nos dejan un legado eterno en la memoria.
Todos tenemos nuestros propios inmortales, nuestro propio salón de la fama de nuestro corazón y nuestra mente. Ahí estarán galardonados el abuelo, los padres, los hermanos, el amigo que se adelantó en el camino, el maestro que nos enseñó los secretos de la vida, el jugador que nos inspiró, nuestro ídolo futbolístico. Todos ellos mientras sigan ahí no morirán jamás, su legado seguirá de forma permanente. Ellos solo podrán morir el día que dejemos de recordarlos. ¿De quién de los suyos se estará acordando ahora?
Todos tenemos héroes personales y deportivos. Hurgar en nuestra memoria, rebobinar el casete de nuestra vida es un milagro maravilloso que poseemos los seres humanos. Cada evocación de ellos provoca lo mismo una sonrisa, un dejo de asombro, de gratitud, de alegría o de tristeza porque sabemos que hoy son solo recuerdos.
Pero estos no llegan solos, cada recuerdo trae como recuerdo situaciones únicas e irrepetibles vividas por nosotros, recordamos los hechos y sus circunstancias; dónde y con quién estábamos, la etapa de nuestra vida y detalles, que parecían olvidados, pero que reaparecen ligados a el recuerdo. De eso se trata la vida y sus legados.
En la columna de este día quiero hablar de ello y su significado haciendo para ustedes un recuento de los mejores discursos de los ungidos a la inmortalidad que provoca ingresar al salón de la fama de todos los deportes. Tal parece que un hay un hilo conductor en estos personajes extraordinarios e irrepetibles; la familia y que en sus peores momentos jamás se rindieron, se negaron a claudicar a pesar de las críticas, de los entornos, eso los volvió indomables, siempre lucharon y lograron reivindicarse.
No fue casualidad que el gran Michael Jordán, conmovido hasta las lágrimas recordara en su discurso como convirtió la frustración en motivación al recordar que su primer entrenador colegial en Carolina del Norte lo dejó fuera del equipo colegial porque para él, Jordán NO era lo suficientemente alto para poder destacar en el baloncesto, tampoco olvido que no se doblego ante los comentarios y críticas de la prensa que durante algún tiempo dudo de su capacidad para llegar siquiera un buen jugador de basquetbol. “No es queja, vencer todos esos entornos fue parte de lo que logre con el tiempo, fue un aprendizaje necesario para creer y valorar. Les agradezco esos obstáculos que sirvieron para seguir luchando. Fallé una y otra vez en mi vida y por eso fue que triunfé, falle más veces de las que acerté: el secreto es no rendirte. Los verdaderos ganadores no ponen excusas” Su legado en video es simplemente imperdible.
Este martes estuvimos como cada año y desde hace once en la ciudad de Pachuca en un evento que reúne a leyendas nacionales e internacionales. Es una oportunidad única e irrepetible de poder estar cerca de aquellos a los que tanto admiraste y con los que tanto disfrutaste del juego. Cierto muchos lucen unos kilos de más, a algunos les falta pelo a otros les sobran canas, pero verlos de nuevo permiten entrar a ese túnel del tiempo de nuestra propia vida.
En la onceava investidura del salón de la fama logro unir en un mismo reconocimiento a dos personajes que en la vida son agua y aceite que no se mezclan pero que tienen como común denominador un legado; el gran Cuauhtémoc Blanco vistiendo el mismo saco y compartiendo el mismo día el mismo reciento por el resto del tiempo con Ricardo Antonio La Volpe. Cómo no escarbar en nuestra memoria para disfrutar las hazañas, las veces que nos hicieron vibrar Rafa Márquez y el gladiador Carles Puyol en el Barcelona, que en ese momento muchos adoptaron como su segundo equipo como en otros tiempos sucedió con el Real Madrid de Hugo Sánchez.
Fueron cinco leyendas con esencia catalana los que ingresaron a la inmortalidad junto a la pareja de centrales que ya nombramos; Xavi, Rivaldo y Samuel Eto ó. No se equipó le vaya, pero, aunque usted sea el más madridista del mundo no puede dejar de reconocer que esa quinteta hizo magia en la cancha. Son de distintas nacionalidades, jugaron en Europa con el Barcelona, pero su legado nos pertenece a todos.
Los milenials, no lo vivieron, no lo disfrutaron, no se extasiaron de euforia gritando a todo pulmón viendo la imagen de Fernando Quirarte corriendo desaforadamente enviando besos al cielo a su padre fallecido celebrando el gol ante México en el mundial del 86. Nada más de recordarlo, la piel se pone chinita, recuerdo que tenía 24 años y llore de la emoción junto con amigos y hermanos que hoy ya están en el cielo. En mis planes ni siquiera estaba dedicarme a escribir sobre el deporte que tanto amo.
El ingreso al salón de la fama de quien hizo posible el nacimiento del odiado América trajo a mi mente anécdotas obligadas que son parte de la historia de quienes ingresamos en un momento a trabajar en Televisa y que están escritas en biografías autorizadas y no autorizadas de Emilio Azcárraga MIlmo, que tenía una personalidad intimidante.
El apodado “Tigre” acostumbraba de vez en vez subir en el elevador que usábamos todos los empleados en Chapultepec 28, en una de esas tantas veces se encontró a uno de los empleados de intendencia que limpiaba el elevador, quien al verlo entrar lo miro entre nervioso y asustado.
Azcárraga Milmo, era muy estricto con la forma en que sus trabajadores portaban el gafete que los identificaba como parte de Grupo Televisa; que TODOS debíamos portar para ingresar y dentro de las instalaciones sin importar si eras vicepresidente o chalan y lo tenías que portar en el pecho, de preferencia en el lado izquierdo.
Una vez que “el tigre” ingreso al elevador noto que el empleado muriéndose de nervios tenía el gafete abrochado en la hebilla del cinturón, por lo que en tono molesto le recriminó con severidad: “¡el gafete se porta en el pecho, junto al corazón no junto a los huevos!
Con la voz tenue y aguda que apenas le salió de la garganta el empleado de limpieza le alcanzó a responder; “no traigo el gafete en los huevos señor” – a lo que Azcárraga Milmo de inmediato contesto; ¡Cómo de que no, si veo que lo traes en los huevos! -El pobre empleado, respiro hondo, se llevó su mano derecha a la garganta tomándosela con el dedo índice y pulgar, antes de responder ¡los huevos los traigo aquí señor! ¡Discúlpame!
Fue tan sincera y espontanea la respuesta del empleado que Azcárraga Milmo, soltó una sonora carcajada en pleno elevador y le dijo; ¡Ahora si me mataste cabrón! Y Sin dejar de reír por la respuesta, se quitó un reloj rolex de diseño exclusivo que traía en la muñeca, espero que se abriera la puerta del elevador y antes de salir, se lo entrego en las manos al sorprendido empleado de limpieza no sin antes decirle; ¡Me gustaron los huevos para responder así! ¡sigue haciendo bien tu trabajo! Luego le dio una palmada en la espalda, sin dejar de reírse por la ocurrente respuesta.
El ingreso al salón de la fama de Pachuca de personajes de esta magnitud, muchos polémicos y llenos de facetas, pero cuyo legado al futbol mexicano y mundial es idebatible nos permite reembobinar el casete, entrar a un maravilloso túnel del tiempo para recordar vivencias que nos llevaremos en la mente y el corazón hasta el día que nuestra misión en este plano haya terminado.
Mientras eso sucede, mil gracias por los recuerdos, gracias por lo que me hicieron vivir nuevos inmortales. Cada día que voy a ese museo, a ese reciento me convenzo más que NO pertenece a Grupo Pachuca, pertenece a todos los que amamos este maravilloso y bendito deporte. ¡Nos vemos en la doce!
“La inmensa mayoría de los seres humanos seremos olvidados cuando termine nuestro paso por aquí, excepto tú. Tú serás recordado por siempre, porque algunas cosas son eternas”
The editor
Fotos: @famasalon
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