¿En qué piensas presidente? ¿No estarás preocupado por el descalabro que te dio tu hijo José Ramón? Tampoco creo que te preocupes mucho por los excesos de tu fiscal Gertz Manero o del director de la Comisión Federal de Electricidad o de Irma Eréndira. En el fondo sabes que todos fueron parte del ejército que te acompañó en la batalla política para que tu y solamente tú fueras presidente de México.
En las guerras los ejércitos se reparten el botín. Matar, robar, violar, destruir, usurpar, son acciones permitidas a la tropa una vez que se venció al enemigo ¿Quién querría pelear una guerra si el general prohibirá el reparto del botín?
En los 4 libros de historia que leíste (no estamos seguros de que los hayas reflexionado) aprendiste que para ganar es necesario repartir y para sembrar tu semilla es preciso destruir la planta del otro. El visigodo Alarico saqueó Roma en el 410 y comenzó la caída del Imperio Romano de Occidente. Los árabes ocuparon la Península Ibérica durante casi 7 siglos. Los turcos invadieron Constantinopla en 1453 y con ella se perdió el último vestigio del Imperio Romano de Oriente. Hitler se hizo de una riqueza inmensa al saquear Polonia, Bélgica, Holanda, Francia y Luxembrugo. Los rusos entraron en Berlín en 1945 y se quedaron con la mitad de Alemania durante más de 40 años.
Ignoro si tuviste un modelo de invasor cuando planeaste el asedio de México. Hoy te pareces más a Atila que a Alejandro Magno. “Los hunos fueron considerados por sus contemporáneos como una raza salvaje, voluble, desleal, apasionada del oro y de extrema crueldad”, así describían al ejército de Atila en el siglo V de nuestra era. Algo muy similar se escribe hoy sobre tu movimiento en el México del siglo XXI.
Lo sabes muy bien presidente por eso no te acongojas. A los tuyos les permites enriquecerse, es parte del guión de la guerra política que comenzaste en el año 2000 y te tomó 18 años verla coronada. En ese tiempo tuviste que hacer acomodos en tus batallones, alianzas con jefes de plazas y quizá algunos acuerdos inconfesables.
Todo por el poder. Ya lo tienes y ese lo ejerces a plenitud todo el tiempo y en todo lugar. No estás dispuesto a compartirlo con nadie. Por eso a tus incondicionales solo les queda el dinero como botín de tu guerra ¿Ya te acongojaste presidente? ¿Quieres que hagamos una pausa o mejor hablamos de las relaciones con España?
Le seguimos. Hablemos de algunos abusos en tu círculo cercano.
Tus hermanos Pío y Martín fueron cobradores de recursos en efectivo para sostener a tus ejércitos en las campañas. En tu conciencia de comandante invasor, las colectas ilegales se consideran como contribuciones legítimas porque eran necesarias para el movimiento. Ellos eran los cobradores más confiables por eso les encargaste esa delicada función.
Las casas de Manuel Bartlett y de Irma Eréndira Sandoval son la expresión de los excesos tolerables. Los utilizas como símbolo de la gracia que le espera a todo aquel que sea funcional a tu movimiento.
La riqueza inexplicable de tu fiscal carnal es otra expresión de los excesos permitidos a cambio de contar con la colaboración de esa institución con tus apetitos personales: perseguir a tus adversarios políticos e indultar a ciertas organizaciones criminales. En esa misma línea están los contratos a empresas “fantasma” en las obras a cargo del Ejército.
¿Tus hijos? ¿Qué podemos decir de ellos? Son víctimas del abandono de un padre que lo dejó todo para lanzarse a recorrer los pueblos de México. La carrera de un político la pagan y la sufren los hijos ¿Cómo pagar esa ausencia de tantos años? Eso solo tú lo sabes Andrés Manuel. Lo que el mundo observa de la conducta de tus hijos es un estilo de vida sumamente caro, aspiracionista, fifí. Inexplicable y contradictorio.
El costo es el lugar que ocuparás en la historia ¿Pero a quién le importa la historia si para cuando se escriba todos estaremos muertos? ¿Así piensas presidente o tu infinita ambición de trascender te angustia más de lo que puedes tolerar? Quizá lo sabes, pero como no te distingues por ser reflexivo, mejor te lo recuerdo: la historia la escriben los triunfadores y ningún movimiento popular como el tuyo, ha logrado convertirse en un régimen que sea recordado con respeto.
Si me permites escribir el colofón de tu biografía: el presidente fue un hombre con una inmensa ambición de poder cuya concepción de la política era el engaño y no el consenso. Su vida la dedicó a ganar la presidencia de México sin importarle los costos. Cuando finalmente llegó al amparo de un discurso anticorrupción, dedicó sus esfuerzos a cambiarle los cimientos al país esperando que el edificio no se le viniera encima. Y el edificio se derrumbó. López Obrador era un destructor nunca un constructor. Todo por el poder.
Solo para iniciados
En esta entrega exploré un estilo de prosa distinto al que normalmente utilizo en mis textos. Espero disfrutar de la gracia de mis lectores.