Tony Gali Fayad es el auténtico heredero del grupo morenovallista. Desde el trágico accidente del helicóptero en el que perdieron la vida Martha Ericka Alonso y Rafael Moreno Valle, quien ha ido construyendo y tendiendo puentes tanto en el CEN nacional del PAN como en la Secretaría de Gobernación federal es el exgobernador poblano.
No, Gali no se quedó en su casa a contemplar el horizonte ni tampoco está grillando (verbo que significa meter ruido a otros para sacar provecho). Tony está tejiendo fino, a sabiendas que a él no le tocará nada, pues ya fue gobernador. No está presionando ni amenazando, trata, a como dé lugar, de llegar a acuerdos y consensos.
De hecho, los que no se han puesto de acuerdo son los de Morena, quienes a sabiendas de que el estado puede ser suyo, sacaron su lado más ambicioso y están entre los golpes bajos, las descalificaciones, las zancadillas y los pisotones. No estamos mintiendo, hay que revisar las notas informativas de los últimos días. Muchos de ellos no quieren que sea Luis Miguel Barbosa el abanderado en la contienda.
Tony Gali, en cambio, ha sido discreto.
Tuvo la virtud de construir puentes desde que logró la liberación de Dulce Silva, esposa del hombre más cercano a López Obrador, César Yañez. Tony, como gobernador, tuvo acercamientos con Olga Sánchez Cordero y por supuesto con Yáñez. Conoce muy bien a Marko Cortés y tiene vínculos con el perredismo nacional.
Si bien nunca se afilió al PAN (y qué bueno) tiene los contactos y es bien visto tanto en la dirección nacional del albiazul como en Gobernación federal. Tony Gali, a pesar de lo que digan algunos que nunca lo vieron bien dentro del morenovallismo, fue quien supo destrabar conflictos y relajar el ambiente que se había generado por la dureza del exgobernador Moreno Valle.
Tiene arte y oficio. Es una especie de Melquiades Morales pero urbano. Y es que al PAN solo le quedan dos caminos irse por la línea de Gali o regresar a sus orígenes en el que todo el tiempo perdían elecciones, eran como el Cruz Azul, buenos para armar escándalos pero malos para triunfar, eran el #yamerito.
Actualmente están hundidos entre regresar a ser ese partido de familias custodias, de la doble moral, de denunciar la corrupción para conseguir obra o recursos públicos a través de sus cámaras empresariales. De hablar en público sobre la transparencia, pero enturbiar sus cuentas de banco con las dádivas del papá gobierno.
El panismo local está entrampado. Carecen de liderazgo. El yunque intentará retomar el control con Eduardo Rivera y Rafael Micalco, pero ¿tendrán estrategia para ganar?
Al interior de ese partido se barajan tres opciones reales para contender en las elecciones extraordinarias: Tony Gali López, Eduardo Rivera Pérez y Luis Banck Serrato.
Del hijo del exgobernador solo le cuestionarán su relación familiar, empero, si las encuestas son reales, podría contender a nivel estatal ya que la marca Tony Gali en cualquier lado es conocida y en general es bien recibida.
De Eduardo Rivera tiene buenos positivos, credibilidad, se le cuestiona su afiliación yunquista y que en algunos casos no cumplió acuerdos. La guerra que traía con el morenovallismo le bajó sus bonos.
De Luis Banck fue un buen presidente municipal sólo que no supo cacarear el huevo, le faltó punch en su imagen. Cuentan que en Gobernación federal no les gustó el discurso que emitió en los funerales de la pareja Alonso-Moreno Valle y menos cuando los panistas se calentaron y gritaron contra Sánchez Cordero.
De los demás nombres que se manejen ya es chunga.
Si realmente quieren mantener el poder, tendrán que negociar entre ellos tres y sus grupos. Si quieren mantenerse deben abrirle las puertas al yunque y no hablamos de Pablo Rodríguez Regordosa, que ya pocos realmente lo siguen al interior de su partido. Deben hacer a un lado sus egos, sus rencores si es que los hay y repartir posiciones.
En caso contrario, el resultado puede ser catastrófico, pues sin Rafael Moreno Valle, sin su esposa Martha Ericka y ahora sin el verdadero operador del grupo en el poder, Eukid Castañón, no tienen nada que hacer.
Mejor irse unos años a contemplar el horizonte.
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