Una tarde de sábado, probablemente para muchos sea diferente, pero para mi ir al centro y recorrer sus calles es una combinación de emociones y recuerdos. Desde chica al llegar al centro el primer lugar que tocábamos era el atrio de Catedral, nuestra hermosa Catedral Metropolitana cuya construcción con la llegada de Juan de Palafox y Mendoza en 1640 tuvo una aceleración consagrándose aun sin torres y techumbres un 18 de abril del mismo año.
Recuerdo jugar con las palomas del atrio con mis primos y correr cuando volaban, escuchar el significado de la puerta del perdón o puerta central, ubicada frente al altar dedicado a la Virgen que lleva el mismo nombre, curiosamente se abre cada 25 años o en eventos especiales. A los lados de la puerta también se encuentran San Pedro y San Pablo, en la parte alta San José, Santiago, el relieve de Santa Rosa de Lima, algunas letras esculpidas en cantera (anagramas), ángeles y arcángeles y específicamente un escudo español.
El siguiente punto a visitar siempre fue la Biblioteca Palafoxiana, uno de los lugares más impresionantes en nuestra ciudad, imperdible y del cual como poblanos debemos sentirnos muy orgullosos. Herencia y tradición intelectual con mas de 45000 ejemplares, conserva aún una rueda de lectura que siempre me llamo la atención, la portada conserva dos escudos modelados en argamasa: el del amor a Cristo crucificado, elegido por Palafox para su obispado y el del Marquesado de Ariza, título nobiliario que heredó de su padre. El diseño es el famoso conocido como “Biblioteca de Salón” destacando elementos del Siglo XVIII. En el 2005 fue inscrita en el programa “Memoria del Mundo” de la Unesco.
Después de recorrer estos monumentales lugares de la ciudad el recorrido ideal de fin de semana es hacia los sapos, ya sea por la 5 oriente o por la 3 bajando por la John Lennon y cruzar por el callejón de los sapos. Como evitar comprar las papas con limón y salsas, dulces típicos y hasta chapulines y cacahuates de las cubetas metálicas que venden los señores en las esquinas. Caminar con la música urbana, ver los colores de la calle y el remate de los puestos de antigüedades donde puedes estar horas y probablemente no comprar nada.
Me declaro fanática de las famosas pasitas que se dice existen desde 1916 de la esquina del callejón, lugar que para muchos poblanos es un misterio, nunca se sabe si está abierto o cerrado, nunca se sabe que ingredientes llevan las bebidas, pero lo que si sabemos es que siempre está el señor ya un poco grande atendiendo de manera rápida y haciendo bromas. La última vez que fui descubrí que es queso de cabra el que acompaña al licor artesanal de uva-pasa. También hay otras 21 bebidas que se sirven en caballitos tequileros con nombres muy coloquiales y de los cuales mi favorita es la crema a go- go, sus ingredientes son un misterio pero lleva canela en la parte de arriba.
Después de la caminata y de comer todo lo que te encuentras, lo ideal es comer unas chalupas en algún restaurante del mismo cuadro. El mejor para mi es en el que una señora se viste de china poblana y baja cantando un repertorio de música mexicana, más tarde, justo cuando es la hora del postre llegan los vendedores de merengues con su tabla de variedades que nunca puedo ignorar y donde tiene gaznates, merengue en vaso o con galleta, y pido lo mismo siempre, las duquesas, con una base de coco y merengue encima. Imposible recorrer el Centro Histórico y pasar por el zócalo, ver los globos, imaginar cómo eran antes esos recorridos que tanto nos cuentan, los hombres de un lado, las mujeres del otro, pasar por el Palacio Municipal siempre fue de gran incertidumbre, antes no sabía que se podía entrar o conocer hasta que quede impresionada con todo el simbolismo y ejemplo de la arquitectura del Porfiriato.
Esto solo es un recuerdo de lo que antes vivía al recorrer el centro histórico y de lo que ahora sigo haciendo, seguramente había cosas que ahora ya no existen, pero lo monumental de la arquitectura y la rectitud de las calles es algo que siempre me ha asombrado. La dulcería frente al atrio de catedral atendida por la señora desde que tengo uso de razón, era un paso obligado al terminar el recorrido, lugar que en mi vida laboral mínimo tres veces a la semana visito. Es importante mencionar que los fines de semana son muy diferentes a la vida laboral durante la semana, el flujo de gente aumenta mucho, el ruido y el descuido al final es muy evidente, pero tenemos una ciudad viva y que nos pertenece a todos, es nuestro compromiso cuidarla, mantenerla y sentirnos orgullosos de ella.
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