«Universidades deben responder a la realidad a través del servicio social»

Como actividad de injerencia en la realidad, el servicio social de inserción implica ineludiblemente el encuentro con lo distinto, la aceptación de la diversidad y el diálogo de saberes interculturales. Estas ideas fueron exploradas en un panel que forma parte de las actividades del 37° Congreso Nacional y 11° Internacional de Servicio Social y Voluntariado Universitario.

Para María Eugenia Sánchez Díaz de Rivera, académica e investigadora de la Ibero Puebla, estamos en una crisis civilizatoria inédita en donde prolifera el modelo de modernidad-colonialidad como proceso civilizatorio producido por la subordinación de unas geografías a otras. En ese sentido: “la exclusión, más que contexto, es una dinámica estructural de expulsión”, misma que se ha agudizado durante la pandemia.

Interculturalidad, diversidad y diálogos de saberes son ideas trastocadas por el racismo, el sexismo y el clasismo. Esto lo expresó compartiendo el descubrimiento de su propio racismo cordial mientras vivió en una comunidad indígena en los años 70: asumir que las culturas deben tener ciertos rasgos, comportamientos y modos de pensar y actuar es parte de una discriminación silenciosa.

La académica expresó que las universidades viven en la contradicción de su origen moderno-colonial y deben encarar las asimetrías de poder a través del servicio social. Por tal motivo, es fundamental que estas prácticas no se vuelvan asistencialistas ni adopten enfoques “racializantes”.

María Eugenia Sánchez sentenció que la emergencia sanitaria representa una agudización de desafíos a niveles complejos, lo cual demanda la reflexión sobre los modelos sociopolíticos y económicos en decadencia. “Desde hace varios años los recursos intelectuales, emocionales y espirituales que antes nos servían para enfrentar la existencia ya no nos sirven”.

Así como el estudiantado de la Ibero Puebla ha sido crítico ante las dinámicas jerárquicas en la experiencia del servicio social, en la Universidad Alberto Hurtado de Chile se busca que los alumnos de Antropología implementen un proyecto de investigación de un problema concreto presente en una comunidad.

Para ello, investigan casos similares en Santiago de Chile antes de intervenir en San Cristóbal de las Casas, México, o en Mendoza, Argentina, donde tienen convenios de colaboración. Esto se traduce en productos consensuados con las comunidades en beneficio de las mismas. Así lo compartió el Mtro. Dein Giovanni Portela Valenzuela, académico de la institución chilena.

Se trata de una experiencia de enriquecimiento mutuo en donde las comunidades tienen la injerencia en los proyectos para fortalecer la autopercepción de los saberes locales. En contraparte, lo que se espera de los estudiantes es que desarrollen sensibilidad y confianza en las comunidades y sus capacidades: “Quebrar el esquema vertical para fomentar el conocimiento local”.

El catedrático compartió el caso del pueblo nación Mapuche, una comunidad con más de 500 años de lucha. “Desde las comunidades mapuches han elaborado una crítica a las escuelas interculturales, pues se siguen poniendo las formas administrativas del Estado nación chileno”.

A casi un año del estallido social en Chile, la comunidad Mapuche busca, entre otros fines, la promulgación de una nueva constitución. Como enseñanzas de este hecho, Portela Valenzuela destacó la solidaridad como medio y fin, así como la reivindicación de los saberes ancestrales. “El diálogo de saberes es el diálogo de los pueblos, es un espacio de reflexión entre personas que viven la realidad día con día”.

Similar a lo que busca el pueblo chileno, la constitución de Bolivia plantea la conformación de un Estado integrado por comunidades interculturales y afrobolivianas, lo cual debe garantizar el diálogo entre las partes. No obstante, la práctica no siempre refleja estas pretensiones.

Como explicó Marianela Díaz Carrasco, académica de la Universidad Mayor de San Andrés Bolivia (UMSA), pensar en la universidad pública es hablar de una forma de participación estudiantil que permite identificar desigualdades sociales: “aquí se cristalizan las divisiones sociales, en la que el voluntariado es una forma de acción invisibilizada”.

En estos espacios educativos, la mayoría de los estudiantes provienen de contextos populares o se autoadscriben como mestizos; desde esta agenda es que generan acciones de solidaridad y voluntariado. Por eso, cuando se piensa en quienes realizan acciones de voluntariado en la universidad se consolidan los referentes que estas personas tienen de la solidaridad.

La UMSA cuenta con un Instituto de Desconcentración Regional Universitaria, el cual busca garantizar la inclusión de estudiantes indígenas. El peligro, advirtió, es que la incorporación de estos alumnos invisibilice los espacios de discriminación y haga pensar la interculturalidad desde la categoría de identidad emblemática limitante.

Díaz Carrasco llamó a pensar la interculturalidad con espacios y tiempos heterogéneos. Desde ahí, leer cómo piensan lo común. “Debemos establecer espacios de aprendizaje e inclusión bidireccional y pensar cómo todo esto tiene diálogos con el momento de polarización social”.

octubre 13, 2020 - 5:00 pm

Por: Staff

Educación

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