Morena en Puebla enfrenta un gran enemigo. De hecho, lo mismo pasa a nivel nacional, pero ahí siempre tienen otros datos. Es un enemigo que no es silencioso. Está ahí frente a ellos. Todos los días acecha, actúa sin ningún pudor y recato.
El enemigo de Morena se llama Morena.
Veamos: desde que llegó Claudia Rivera Vivanco a la alcaldía poblana sus principales críticos eran sus correligionarios.
No era fuego amigo, pues solo mencionarlo es un eufemismo.
No hay que hacerse bolas en el caso de ese partido porque ahí no hay amigo, ahí hay enemigos y se nota a todas luces.
No se trata de justificar los yerros -que sí los hubo- ni la novatez de la alcaldesa y de sus funcionarios ni el enfrentamiento que ella sostuvo con el actual mandatario en el 2018 y parte del 2019. La historia ahí está, pero sus principales críticos son y fueron de Morena.
¿Cuándo se había visto que a los dos meses de que llegara un alcalde a su puesto comenzara una guerra de sus propios compañeros de partido? Al menos, la camaradería se fingía, aunque en sus reuniones internas se dieran hasta con la cubeta.
No se puede culpar al PAN ni al morenovallismo porque estaban tan desgastados y divididos tras la muerte de Marta Erika Alonso y Rafael Moreno Valle que no tenían ni idea de qué ocurría. Estaban más preocupados por conseguir chamba, de salir corriendo antes de que los agarraran y de intentar mantener un partido que había implosionado.
Nada más hay que recordar que en menos de un año, Claudia Rivera tenía a cinco regidores de su partido en su contra y ahora ya se sumaron dos más a ese grupo: Libertad Aguirre y José Luis Acosta.
Insistimos, no se trata de justificar a Rivera Vivanco, para eso tiene a su equipo de comunicación social, pero es una realidad, su cabildo está dividido y el ahora famoso G7 no la quiere.
No obstante, lo mismo pasa en los otros municipios en los que gobierna en ese partido. El caso de Felipe Patjane quizá es fue el más escandaloso porque se encargó de ser el centro de la frivolidad y lo que no se debe hacer cuando se llega a gobernar.
No hay que olvidar tampoco cómo el senador Alejandro Armenta Mier le declaró la guerra al actual gobernador poblano el año pasado. Cómo se alió a personajes que no eran de Morena para mandar misiles e inyecciones de miel de abeja.
Armenta estiró la liga a tal grado que puso en evidencia las diferencias internas en ese partido, sino es que Ricardo Monreal interviene antes de que se causara una catástrofe.
Los enemigos de Yeidckol Polevnsky e impulsores de Bertha Luján en Puebla también han ahondado en estos frentes internos que aunque se quieran ocultar, están a la vista de todos.
En el caso de la dirigencia estatal de Morena, la situación está igual: aún cuentan con un delegado que no es capaz de poner orden y que permite que todos se peleen. Mario Bracamonte es una figura de ornato que despacha en sus oficinas pero carece de todo liderazgo al interior del partido que representa.
Es como una esfera de navidad, lo dejan colgado y nada más sirve de adorno.
Por otro lado, está Eric Cotoñeto quien, además de ser muy cercano a Miguel Barbosa, es el que verdaderamente maneja la estructura de ese partido aunque no responde a los intereses de los líderes de Morena a nivel estatal. Él solo le rinde cuentas directamente al gobernador Barbosa.
También está el liderazgo de David Méndez Márquez a quien no hay que perder de vista para el futuro cercano. Es el mejor aliado al líder del Congreso del estado Gabriel Biestro Medinilla, la carta que más suena para ser el candidato a presidente municipal por el Movimiento de Regeneración Nacional.
Así que si no ponen orden en sus propia estructura y solo ven fantasmas en el pasado reciente. Sino definen sus objetivos en conjunto, el 2021 podría convertirse en un infiernillo. Al ser el partido gobernante deberían preocuparse más por arreglar sus diferencias internas. Dar dos o tres manotazos en vez de estar generando conflictos donde antes no los había y hoy ya existen.
Ilustración: Alejandro Medina
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