Ejercicio de la violencia no es exclusivo del Estado: Claudio Lomnitz

Desde tiempos de la guerra contra el narcotráfico, el Estado mexicano ha basado su sistema de gobernanza en el uso de la fuerza, modelo replicado y amplificado por las asociaciones delictivas.

De manera virtual, la IBERO Puebla arrancó el Diplomado Latinoamericano Interuniversitario de Derechos Humanos AUSJAL-IIDH. El curso celebra su vigésima edición como foro para el encuentro entre 13 instituciones pertenecientes a la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL). Los temas tratados se inscriben en los ejes de acceso a la justicia, educación, participación ciudadana y seguridad humana.

En el marco de la conferencia inaugural, Rosario Arrambide González, directora del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, SJ (IDHIE), deseó que todas las personas graduadas de los diplomados de AUSJAL se conviertan en profesionistas con compromiso por el cambio social. “Tenemos la esperanza de que los conocimientos adquiridos sean puestos en práctica para apostar a la promoción y defensa de los derechos humanos”.

Sobre esa misma línea, Erika Ollinger Lamadrid, directora de Educación Continua, aseguró que quienes participan en el diplomado comparten la convicción de que juntos es posible construir una sociedad más justa y pacífica. Agradeció también la disposición de los estudiantes para dedicar tiempo a su formación.

Poder y violencia

La guerra contra las drogas no tiene un fin preciso. Los fármacos tienen con una dualidad de cura y veneno, por lo que la estigmatización de las personas usuarias se utiliza como el pretexto para un gobierno y una sociedad que no sabe cómo construir bienestar. “[La cruzada antidrogas] no tiene como finalidad vencer a un contrario. Se trata de una forma de vida que tiene como condición un nuevo tipo de estado”.

Aquella estrategia iniciada por Felipe Calderón fue implementada sin contar con el personal capacitado para desmantelar las organizaciones criminales, así como para construir una nueva economía que expulse el dinero de procedencia ilícita. Como respuesta ante el fracaso de la ofensiva, se ha buscado apelar a la moral comunitaria para buscar que se regrese al camino de la rectitud.

Pero esta estrategia, implementada por la Cuarta Transformación, también ha fallado. “¡Fuchi a la violencia!, ¡guácala!”, exclama el presidente Andrés Manuel López Obrador como maniobra frente al crimen. El resultado ante tales indefensiones es la ruptura del tejido social. Con estas afirmaciones, Claudio Lomnitz inició una disertación acerca de la violencia como forma de hacer Estado.

A decir del catedrático del Colegio Nacional y experto en derechos humanos, el Estado mexicano se ha despojado de algunos atributos clásicos, lo que ha llevado a algunas personas a considerar que nos encontramos en la víspera de un Estado fallido. Sin embargo, la realidad refleja que el país transita hacia una nueva forma de política basada en la violencia.

La violencia no es un acto aislado; siempre acarrea causas y da pie a consecuencias. Sin embargo, cuando su ejercicio es avalado por la impunidad, el uso de la fuerza se convierte en un instrumento para la soberanía con perspectivas de superioridad y la dominación. El narcotráfico y la conquista de las Américas son ejemplos claros de esta perspectiva.

La figura de los jefes del narcotráfico como bandidos sociales al estilo Robin Hood ha sido ampliamente reforzada por la narcocultura en la música, la literatura y las producciones audiovisuales. No obstante, estos personajes también recurren a una serie de ilícitos que violentan a quienes, presuntamente, benefician con sus actos. Se trata, sintetizó Lomnitz, de una hermandad con lógica empresarial.

Otra expresión histórica de la violencia es el robo de mujeres. De manera histórica, el secuestro de mujeres por parte de sus parejas era utilizado como una estrategia para renunciar al yugo familiar, siempre que la secuestrada estuviera de acuerdo con el “robo”. Hoy en día, esta práctica, aunque ha venido a menos, prevalece en sociedades económicamente fracturadas como una forma de retenerla en sus localidades.

A diferencia del robo de novias, la desaparición de mujeres es una expresión de violencia que lacera la vida de las víctimas y de sus familias. La personas en búsqueda de un ser amado no pueden vivir el duelo, lo que las coloca en un estado intermedio entre la vida y la muerte. “El vacío que asociamos con la desaparición se extiende como una mancha. Va creando círculos de silencio que están dejando a la sociedad mexicana llena de agujeros”.

El aislamiento de las comunidades tiene un papel importante en la perpetuación de los grupos criminales. Cuando una localidad no cuenta con un respaldo de inversión económica, los caciques se convierten en la única fuente de empleo para los pobladores, especialmente campesinos. “La violencia es un instrumento que sirve para construir y garantizar el aislamiento geográfico”.

Claudio Lomnitz concluyó su disertación con una reflexión sobre cómo el Estado mexicano se caracteriza por tener mucha soberanía, pero poca regulación de la violencia. Esto es, que el uso legítimo de la fuerza ha sobrepasado los límites estatales en la forma de sociedades criminales protegidas por la impunidad.

mayo 1, 2022 - 7:45 pm

Por: Staff

Educación

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