La vida no tiene manual de instrucciones: Joan-Carles Mélich

El filósofo catalán discute en su última obra la importancia de las relaciones sociales y cómo la tecnología las ha mermado al priorizar la productividad y la eficiencia.

La selfi es una síntesis inequívoca del tiempo en que vivimos. Piénsese en este escenario: una persona viaja a París, compra una entrada para el Museo de Louvre y se abre paso entre empujones para observar la Gioconda, el rostro más popular en la historia del arte. Acto seguido, el turista le da la espalda a la obra, se autorretrata y va directo a Instagram. En la actualidad, el yo importa más que el mundo.

Negar al mundo es negarnos a nosotros mismos. Así lo afirma el filósofo Joan-Carles Mélich en su más reciente libro, La fragilidad del mundo. La publicación, que fue presentada en la Ibero Puebla, da continuidad a una serie de postulados acerca de lo que significa habitar el planeta, un cuestionamiento de especial valor en tiempos de COVID.

El autor se pregunta cómo vivir en un mundo dictado por la inmediatez, donde la pausa y el silencio han sido marginados por la cultura de la productividad. Como apuntó Manuel Silva de la Rosa, coordinador del Programa Universitario Ignaciano, es a través del silencio que se puede reconocer la fragilidad propia y encontrarse con otros a través de la vulnerabilidad.

La forma de ver el mundo que las sociedades contemporáneas han heredado es insuficiente. El texto propone, a través de referencias literarias y filosóficas, así como un lenguaje asequible, la búsqueda de estrategias para reaccionar frente a la precariedad ética actual.

Desde el Área de Reflexión Universitaria (ARU), la Ibero Puebla busca ofrecer al alumnado las grandes preguntas de la filosofía con una inspiración ignaciana. La apuesta de José Cervantes Sánchez como coordinador del ARU es que los estudiantes puedan ejercer una ética autónoma y compasiva, discusión abordada por Mélich en su obra.

A diferencia del pensamiento cartesiano, Joan-Carles Mélich observa al ser humano como un ser de exterioridad: se constituye por relaciones y circunstancias. Explicó: “Somos seres en el mundo; somos seres relacionales, y eso es lo que nos hace frágiles”.

En sus páginas realiza una crítica a la metafísica clásica, pues a su decir no ha logrado soportar el cambio del mundo al centrarse primordialmente en la dimensión interior del ser. Mal intencionada, la metafísica puede utilizarse como política totalitaria, pues alimenta el discurso de que puede existir un individuo poseedor de la verdad absoluta.

Mélich también se detiene a reflexionar sobre la otredad en la religión. Para el autor, el mensaje cristiano es que Dios no se encuentra en el templo ni en el ser interior, sino en la relación con el otro; en clave jesuita, en el descartado. “La gran novedad del cristianismo es entender la ética más allá de la moral”.

En la vida contemporánea hace falta la experiencia como un proceso de reconfiguración del ser. “Estamos condicionados por una realidad, pero no estamos determinados”. Es la relación con los demás lo que permite descubrir la personalidad y el ser-en-el-mundo. Silva de la Rosa consideró que atender al otro es una muestra de amor, lo que reivindica la vida y la conexión interpersonal en tiempos de lejanía.

Crítica a la inmediatez

En el capítulo “El imperio de la prisa” se pone sobre la mesa cómo el sistema tecnológico ha sido utilizado con fines de dominación y ha clausurado el encuentro con el otro, convirtiéndolo en un ser extraño y peligroso. “¿Es posible escapar a la prisa?”, cuestionó Cervantes Sánchez.

En respuesta, Joan-Carles Mélich reconoció que la prevalencia de la técnica ha sido utilizada como una serie de dinámicas para dominar la contingencia. Ante los cambios impredecibles del mundo, la lógica de la tecnología se ha presentado como un instrumento al servicio de las sociedades, cuando en realidad representa una forma de orden social que (en apariencia) suprime la fragilidad inherente del ser humano.

Desglosó el catedrático de la Universidad de Barcelona: “Es una lógica que funciona mediante un valor que no se cuestiona, el de la prisa. La prisa no nos deja tiempo para nada, para relacionarnos con nuestros hijos, nuestros estudiantes… Y el tiempo es lo más importante, lo que nos hace seres en el mundo”.

A su decir, la velocidad ha colonizado la forma de ver el mundo. La fragilidad del mundo termina con un capítulo sobre la vergüenza, donde el autor reconoce cómo la colonización tecnológica está presente en todos los estratos de la vida cotidiana, desde el abandono de la lectura hasta la educación basada en competencias. “No podemos apelar a vivir basándonos en el manual de instrucciones”, advirtió.

mayo 29, 2022 - 11:45 am

Por: Staff

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