Walter Mercado en Sundance

Sundance, 4 Feb (Cine Premiere).- Hay una razón por la que las salas de cine jamás dejarán de existir: no hay experiencia que se equipare a aquella de sentarse en la oscuridad, escuchando la respiración y las reacciones de acompañantes o completos desconocidos, frente a una misma ventana que se asoma a un mismo relato. Ir al cine es un ritual colectivo que dota a la imagen en movimiento de una dimensión brutalmente humana.

Si bien esto sucede cada vez –estemos viendo a Tarkovski o a Iron Man–, hay ocasiones en las que lo que acontece de este lado de la pantalla dialoga con lo que está siendo proyectado generando algo que va mucho más allá de la conjunción de sus partes. Los elementos se alinean creando una electricidad irrepetible: los compañeros de butaca se convierten en más que eso y, por un par de horas, el ritual deviene en una especie de comunión mágica y trascendental.

Daré un par de pasos atrás. Hace algunas semanas, cuando se anunció la programación de esta edición de Sundance, Carlos Aguilar –crítico mexicano que vive en L.A.– tuiteó sobre su fantasía de que la comunidad latina presente en el festival se juntara para la premiere de Mucho mucho amor, el documental sobre Walter Mercado.

Al final, el orquestador no pudo ir, pero varios de nosotros sí lo logramos –nos sentamos juntos y todo–. Había en el público gente de ascendencia mexicana, peruana, puertorriqueña, chicanos y uno que otro despistado que se llevaría una gran sorpresa conociendo al personaje tan particular que fue el astrólogo más querido de la televisión.

La proyección no había siquiera comenzado y ya se habían derramado varias lágrimas mientras Alex Fumero, productor de la cinta –usando una de las tres capas fabulosas que la familia de Walter Mercado llevó para que los cineastas usaran en el evento–, confesaba frontalmente su urgencia personal por homenajearlo: como un niño queer latino viviendo en Miami, su presencia constante en la televisión fue un símbolo de esperanza, una promesa de mejores tiempos por venir y un constante recordatorio del derecho que tenemos todos de existir en este mundo sin disculparnos por ello.

El documental, que fue realizado a lo largo de tres años por él, Cristina Costantini y Kareem Tabsch, indaga en la figura de Walter, su historia personal, su trayectoria y, ante todo, su importancia como ícono para la comunidad latina que se encuentra alejada de sus lugares de origen, como muchos de los asistentes a esta función. Walter Mercado se rebeló rehusándose a esconderse, al contrario, se encargó de que el mundo lo volteara a ver, les gustase o no lo que veían. En un trabajo documental que se antoja muy laborioso, los tres realizadores hurgaron cuidadosa pero persistentemente en la mente y el corazón de este hombre, consiguiendo así ir más allá de las décadas de respuestas ensayadas que tenía como coraza.

Walter Mercado –quien, por cierto, era Piscis– es aquí retratado como un ícono que está envejeciendo sin mucha prisa por hacerlo; un hombre dedicado al espectáculo, sí, pero que también estaba convencido del papel que jugó durante tantas décadas como fuente de esperanza y la responsabilidad que conllevaba. Cuentan los cineastas que la primera pregunta que les hizo cuando lo conocieron fue qué signo eran y, al parecer, estuvo lo suficientemente conforme con la respuesta como para permitirles entrar a su burbuja y conocerlo en su nostalgia y su vulnerabilidad.

Al final de la función, que estuvo cargada por la sensación de un duelo que lleva apenas pocos meses, la familia de Walter y su asistente de toda la vida, Willie Acosta, recibieron también los aplausos y escucharon las palabras de agradecimiento y admiración de todo un público estremecido. Ya sea obra de la magia de la imagen en movimiento, algún poder cósmico o la alineación de los astros, todos terminamos convencidos de que el espíritu de Walter Mercado estuvo ahí presente.

En esta edición del festival aquella efervescencia latina ha estado muy presente, cargando muchas funciones de una fuerza emocional que sigo intentando procesar. Entre historias sobre migración, dreamers, injusticia y esperanza, lo que prevalece es el amor como única salvación, el amor también por estas raíces que compartimos, que nos vuelven comunidad, una comunidad cuyas voces no cesarán hasta ser escuchadas, cuyos rostros están cansados de esconderse.

Los derechos internacionales de Mucho, mucho amor fueron adquiridos por Netflix y se estrenará en esa plataforma este verano.

febrero 4, 2020 - 3:21 pm

Por: Staff

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