Mis Treintas: Doce al patíbulo

Doce al patíbulo es el nombre de una vieja película del año de 1967, encabezada por Lee Marvin y Charles Bronson, la cual narra la historia de 12 militares norteamericanos condenados a muerte por diferentes indisciplinas durante la segunda guerra mundial, que son reclutados por Lee Marvin, para llevar a cabo una misión suicida, asaltar una fortaleza nazi para matar a todos sus ocupantes, todos ellos altos mandos del ejército de Hitler.

Esa película ejemplifica para mí perfectamente, lo que hizo Mario Alberto Mejía, cuando reclutó al primer equipo de Intolerancia, todos o la mayor parte de nosotros, buscábamos una segunda oportunidad de demostrar lo que, periodísticamente hablando, valíamos.

Todos buscábamos esa segunda oportunidad en la vida y por todos me refiero a Erika Rivero, quien se convirtió en la jefa del información del periódico, Zeus Munive, quien también fue reclutado por Mejía para enriquecer al equipo de reporteros, Mario Martell, un entonces joven estudioso con desarrollaba la maestría en literatura en la Universidad Iberoamericana, un verdadero genio y que se subió a la “nave de los locos” capitaneada por Mario, Alejandro Camacho, quien llegó para reportear ciudad y se convirtió en uno de los mejores en su espacialidad, un chavo en ese entonces, con mucha hambre de sobresalir y darse a conocer.

Estos personajes se incorporaron a los que originalmente habíamos arrancado el proyecto.

También llegaría para enriquecer la edición un personaje que formó la imagen personal del periódico, Cirilo Ramos, a quien yo ya conocía desde tiempo atrás, como reporteros, él del Financiero y yo de Grupo ACIR. Ramos venía de trabajar en la edición del Sol de Puebla y era un experto en el tema.

A la par de Cirilo, arribó a Intolerancia otro personaje que sería piedra angular en la edición del periódico, Jaime Torreblanca, quien se encargaría de formar interiores y se convertiría en el mejor discípulo de Cirilo Ramos y en uno de mis mejores compañeros dentro del periódico.

Era apenas del 2001 y comenzaba el 2002, Intolerancia empezaba a marcar un estilo y una forma muy diferente a la que se hacía el periodismo en Puebla, se convertía en un diario “incómodo para el poder”, aunque debo de reconocer el enorme respeto a la libertad de expresión por parte del entonces gobernador, Melquiades Morales Flores.

Y es que, aunque el arranque del periódico no fue el mejor, poco a poco y ante el estupor de nuestra entonces competencia, el diario comenzó a generar agenda informativa con un estilo totalmente irreverente, que iba a tono con el nombre de la publicación y con la personalidad de quienes formábamos parte de él.

Periodismo irreverente, así se definía lo que hacíamos en Intolerancia y la polémica siempre iba de la mano de nuestras publicaciones, tan es así que como para sellar esto, dejamos testimonio con la foto de portada del ejemplar de nuestro primer aniversario, en donde todos aparecimos haciendo señales obscenas, lo cual nos fue muy criticado, hasta por el propio dueño del periódico, Rodrigo López Sainz, que en paz descanse, quien se indignó, ante este acto que nunca se había visto y tal vez no se vuelta a ver por una redacción. Hicimos historia, aunque tal vez no de la mejor manera.

Mejía había logrado formar una redacción que ya estaba lista para dar la batalla en el mundo de la información y que como lo dije, comenzaba a marcar agenda.

El gran reto de Mario, más tarde, era poder manejar tantos y tan grandes egos que se comenzaron a formar al interior de la redacción y que, con el tiempo, se convirtieron en una verdadera “bomba de tiempo”.

Y es que la competencia interna por sobresalir se hizo feroz, entre todos, incluidas las dos cabezas de la redacción, Mario Alberto y Enrique Núñez.

No obstante, esa primera etapa sin duda fue fundamental en mi formación periodística.

Como jefe, Mejía es simplemente un torturador, no deja pasar el menor detalle, o al menos así era en esa época. No solo revisaba redacción y ortografía, sino también la información y era un ortodoxo del asunto.

Una nota, no podía ser nota, sino llevaba al menos, las dos versiones como mínimo del hecho y también ya debías de tener lista la repercusión, para darle seguimiento al tema.

Era común empezar a redactar a las 16 horas y concluir del trabajo hasta las 22, si no llevabas mínimo dos o tres versiones, era una simple declaración y no valía la pena que se publicara el tema.

Nuestra graduación como medio se acercaba, nuestra primera elección, la intermedia del 2001, la cual iba a cambiar muchas cosas.

riva_leo@hotmail.com

Twitter: @riva_leo

agosto 8, 2021 - 6:00 pm

Por: Ricardo Morales Sánchez

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