Mis Treintas: La tecnología, desarrolla la competencia

A inicios de 1992, Manuel Bartlett Díaz se convertía en el nuevo gobernador de Puebla y con ello, arrancaba una nueva era para la entidad. Puebla comenzaba a salir de un marasmo en el cual se había hundido durante la década de los ochentas del siglo pasado y los medios de comunicación por supuesto, no fueron ajenos a esta nueva dinámica.

Mi arribo precisamente al entonces Grupo ACIR Puebla, propiedad del empresario Rafael Cañedo Benítez, a la sazón recién electo alcalde capitalino, va de la mano con la aparición del aparato que revoluciono la forma de hacer comunicación y sobre todo periodismo radiofónico, el teléfono celular.

El comienzo en Buenos Días con Javier López Díaz fue lento, empecé cubriendo los descansos de cada uno de los reporteros, lo que me permitió moverme por todas las fuentes, lunes gobierno y partido políticos, martes, ayuntamiento de Puebla, miércoles, las fuentes educativas, el jueves salud e iglesia, los viernes iniciativa privada y los sábados deportes y policía.

Nunca decía no a nada, siempre iba a todas, era un joven ambicioso y con ganas de sobresalir, me gustaba estar en la calle e incluso disfrute mucho el conflicto que surgió al interior de la planta automotriz, Volkswagen de México, una estrategia genial puesta en marcha por el propio Bartlett en complicidad con la empresa automotriz alemana, para modificar el contrato colectivo de trabajo de la armadora y adecuarlo al nuevo marco legal de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (TLC).

Dormí varias veces en la explanada de la armadora alemana junto con los trabajadores, quienes ingenuamente creían que se trataba de un auténtico movimiento obrero, un despertar del proletariado ante el avance del neoliberalismo, el cual iniciaba su marcha hacia lo que hoy llamamos globalización.

El conflicto duró alrededor de 45 días y derivó en la desaparición del contrato colectivo de trabajo vigente, para dar paso a un nuevo esquema, se tuvo que recontratar a la totalidad de los trabajadores, bajo un nuevo esquema, el Bartlett neoliberal se había salido con la suya, le había hecho un nuevo servicio a la patria y al entonces presidente Salinas.

Me comenzaba a consolidar como un reportero “sólido”, pero me hacía falta ese gran golpe que me permitiera demostrar mi valor real.

Un día me encontraba en las instalaciones de la estación, allá por Plaza San Pedro, en la colonia Las Hadas. Eran cerca de las 12:30 horas cuando Javier entró corriendo a la estación y llamó a Yirath Aguilar, el coordinador de los entonces “A tiempo”.

– Rápido necesito que te vayas a las oficinas del destacamento Zaragoza de la Policía Federal de Caminos, me acaban de informar que detuvieron a unos narcos y con un buen cargamento.
– ¿Yo?, respondió Yirath, él nunca fue reportero.
– Pues busca a alguien, me urge que se vayan para allá y poder entrar en el “A tiempo de las 14 horas”, ¿a quién mandamos?
– Ahorita no tengo forma de poder localizar a nadie, pero está Ricardo ahí, ¿por qué no lo mandas?
– Llámalo, dijo.

De inmediato me presenté ante Javier, quien me puso al tanto del tema, pero eso no era lo importante, lo realmente relevante fue que de pronto sacó un aparato que por primera vez vi en mi vida. Se trataba de un teléfono celular propiedad de la empresa Iusacell de Carlos Peralta.

Era un aparato pesado, grande, de color negro y muchos botones, uno rojo y uno verde, que eran la clave para poder comunicarte. López Díaz era de los pocos, poquísimas personas que ya traía un teléfono celular, que apenas comenzaban a entrar al mercado y que representaban toda la revolución en materia de comunicación.

Todos recordaban la inolvidable crónica de la destrucción que el sismo de 1985 había provocado en la capital del país, trasmitida vía teléfono satelital por parte de Jacobo Zabludovsky, a través del teléfono de su patrón, “El Tigre”, Emilio Azcárraga.

López Díaz me dio una rápida capacitación de como marcar el teléfono y de cómo enlazar hacía la estación y de inmediato tome un taxi y me fui hacia las instalaciones de la Policía Federal, destacamento Zaragoza, allá por el rumbo del Parque Ecológico.

Fui el primero en llegar, no había ningún otro reportero y de inmediato, comencé a recolectar la información y tener todos los datos de inmediato me di a labor de redactar una nota, cuando de repente faltaban 10 minutos para las 14 horas comencé a sentir que algo vibraba de manera insistente. Era el celular de López Díaz.

– Qué pasó, mándame una guía, por favor. ¿Ya estás listo?
– Ya, Javier, ya estoy listo, te doy la guía y tú me dices, me quedó en la línea o me vuelven a llamar.
– No, te vuelvo a llamar.

A las 14 horas en punto entramos al aire, un reporte en vivo en el lugar de los hechos, lo que nadie antes había hecho a través de teléfono celular; incluso, tanta fue mi confianza, que me di el lujo de poner al aire al comandante en turno del destacamento Zaragoza, para dar todos los pormenores de la detención de estos narcotraficantes y la cantidad de droga decomisada.

Terminado el enlace me sentí muy orgulloso de lo hecho, de inmediato volvió a sonar el teléfono celular de Javier y lo contesté.

– Muchas felicidades, todo salió perfecto, tráeme de inmediato de teléfono y mucho cuidado, porque estos aparatos son muy caros, te veo en la oficina.
– Voy para allá, le conteste.

Llegue a las oficinas y entregue el equipo, Javier estaba muy satisfecho y confirmó que yo era su hombre para los enlaces en vivo, a partir de ese momento, me gane aún más su confianza, tanto así que pesar de mi corta edad 21 años, me consiguió mi propio teléfono celular, era la envidia de todos mis amigos y de toda la escuela, hasta los maestros se me quedaban viendo cuando sonaba mi teléfono.

Yo ya era el hombre de las transmisiones en vivo, todas las mañanas hacia reportes desde diversos lugares de la ciudad y aunque no tenía fuentes fijas, eso ya no me importaba, era ya el hombre de las confianzas de mi entonces jefe.

riva_leo@hotmail.com
Ricardo Morales Sánchez
Twitter: @riva_leo

marzo 28, 2021 - 6:00 pm

Por: Ricardo Morales Sánchez

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