Capítulo 2: Tú eres mi hermano del alma

A la memoria de don Reynaldo López

René Marín nos condujo a la casa de sus padres, una vivienda grande, ya no de adobe como la mayoría de las casas del pueblo, sino de cemento y varilla.

Eran cerca de las 23 horas y la vivienda estaba punto de reventar, literalmente, ya no cabía nadie, los hermanos y los primos del candidato del PRI a la gubernatura del estado, habían abarrotado el sitio. Las mujeres iban y venían por las casa, de muebles humildes de madera y cuartos corridos, sin puertas y solo con cortinas como divisiones.

De inmediato, Roberto Marín nos invitó a pasar a la mesa del comedor en donde estaban el padre del candidato, don Crescencio Marín, rodeado de sus hijos y nietos, quienes daban lata por toda la casa.

Todos los hombres cenaban en ese momento, arroz blanco y frijoles con tortillas de maíz que las mujeres echaban en el tradicional comal, con leños de madera, a la vieja usanza. Me senté al lado de René Marín y del empresario Alejandro Cruz.

Luz Blandina, la hermana más joven de la familia me pasó mi plato y mi cuchara. No miento, de verdad, nunca he vuelto a probar frijoles más ricos y mejores tortillas de maíz blanco, como las de aquella noche.

La mamá del candidato coordinaba los trabajos y no dudaba en echar tortillas y servir platos para todos los comensales, Roberto llamó a su mamá y me la presentó:

– “Mira má”, él es Ricardo Morales, un amigo de nosotros y viene de Puebla para cubrir mañana el arranque de campaña del candidato. La señora se limpió la mano en su mandil y la extendió hacia mí.

– A sus órdenes señora, le dije, es un placer conocerla.

Terminada la cena, René nos invitó a recorrer el pueblo, el cual era realmente pequeño, dos o tres calles a la izquierda, dos o tres calles más a la derecha y pequeñas viviendas de adobe algunas pintadas de blanco, la iglesia, el zócalo en donde ya se trabajaba en la colocación del templete y por supuesto el panteón que no podía faltar.

René nos explicó que la temporada de muertos en Nativitas era especialmente colorida, ya que la gente solía acompañar durante toda la noche a sus difuntos, el panteón se pintaba de luz de velas y de color naranja, de la flor de cempasúchil, familias enteras se daban cita en el día de todos los santos.

Al regresar a la casa, ya eran cerca de la una de la mañana, casi todos los hombres de la familia, estaban fuera de la vivienda, sentados en la banqueta, habían hecho una fogata y estaban tomando, brandy Magno y Tequila Sauza.

“Échate una mi Ricardo”, me dijo Roberto Marín y me sirvió un buen chorro de brandy con coca cola, esta demás decir, que prácticamente amanecimos, me dormí como a las seis de la mañana.

Cómo a las nueve de la mañana, el sol de ese día que me daba en la cara me despertó, estaba dentro de la camioneta de René Marín, quien me había acostado y tapado con un sarape. Me levante aletargado y camine hacía la casa, la cual era nuevamente una locura, me tome un café ya con prisa y un pan de dulce, una cocha que había quedado por ahí, ya no había nada más para desayunar.

A las 12 era el arranque de campaña y todo el pueblo era una auténtica locura, cientos de autobuses, se había dado cita, el camino de terracería no se daba abasto para recibir a los autos que hacían fila de más de dos kilómetros para poder llegar a la población.

Los campos de futbol de tierra, servían como estacionamiento de autobuses, combis y camiones que se habían dado cita en el lugar y las filas de gente eran interminables, todos caminaban rumbo al zócalo. Es la “bufalada”, así la bautizó el genial quintacolumnista, Mario Alberto Mejía.

Yo me trataba de abrir paso entre el mar de gente, los Marín me había dejado dormido en la camioneta y ya estaban en el templete. No miento, casi no podía pasar y la desesperación se comenzaba a apoderar de mí, “vine con la familia y ahora no voy a poder estar en el arranque de campaña, carajo”, maldecía.

En medio de la multitud, sentí como alguien me tomaba del brazo, mientras me llamaba por mi nombre, “Licenciado Ricardo Morales”.

Era el famoso licenciado Aurelio, colaborador del coordinador general de la campaña, Javier López Zavala.

– Quiubo mi Ricardo, ¿acabas de llegar?
– No, me vine con René Marín, desde ayer, pero me quede dormido afuera de la casa de los papás del candidato.
– El licenciado Zavala te andaba buscando.
– Pues no me dijo nada de venirme con él.
– Vente, te anda buscando.

A duras penas pudimos llegar a la iglesia del pueblo, ahí estaba Zavala con el cura del lugar.

– Hermano, dónde andabas, te busque ayer y no me contestaste.
– No es cierto, le dije, no me dijiste nada y acepte la invitación de René para venirme a quedar en la casa de los papás del candidato.
– ¿Cómo ves hermano, son más de 20 mil personas?
– ¿Tantos?
– Caray hermano ¿dudas?

Javier era muy dado a inflar las cifras, pero si era mucha gente, una verdadera multitud con las camisas blancas, verdes y rojas del PRI, los gritos, la música, las porras, las matracas apenas y dejaban escuchar.

Marín ya había llegado al lugar acompañado de su esposa Margarita y sus entonces pequeños hijos.

– Hermano, vente para acá.

Zavala me subió al templete, junto a Javier García Ramírez y Alejandro Fernández Soto.

– ¿Qué onda pinche broo?

– Que paso mi “inge”, le respondí, mientras me abrazaba fuerte.

Un hombre de los escoltas de Marín llegó por Zavala.

– Licenciado lo llama el candidato, que en dónde anda.

Zavala se fue de inmediato, a los pocos minutos, Marín y su familia comenzaron a caminar por en medio de la multitud para abrirse paso hacia el temple, “color esperanza” y “tiempos mejores ambientaban el lugar”. Son dos de las canciones favoritas del candidato, me cuchicheo alguien al oído.

Marín subió al templete y la lista de interminables oradores o aduladores comenzaron con sus peroratas.

Como ya es tradición, todos coincidían en que el “prohombre era Marín”, quien reunía todas las condiciones para sacar adelante el estado, como seis años atrás lo había sido Melquiades Morales Flores, 12 atrás Bartlett y 18 atrás Piña Olaya, etc, etc, etcétera.

Por fin, después de escuchar a todos los sectores y al líder estatal del tricolor Mario Montero, ponderar el nuevo prohombre, Marín tomó la palabra, pero mi mente ya estaba en otra parte.

Mientras Marín hablaba, mi mente viajó el lejano año de 1996, cuando ya siendo secretario de Gobernación de Bartlett, me pidieron de la estación, preguntar si ya se había llegado a un arreglo con los campesinos afectados por la constricción de la autopista siglo XXI en el tramo que le correspondía a Puebla.

Los campesinos estaban inconformes con el despojo y una y otra vez amenazaban con marchas, plantones y manifestación para evitar el arranque de esta obra, la cual concluiría Melquiades Morales.

Las negociaciones para obtener el derecho de vía a favor de la empresa constructora, Marín se la encomendó a un joven entonces de 25 años de edad de nombre, Javier López Zavala, quien había nacido en Pijijiapan, Chiapas, quien llegó a Puebla a los 15 años de edad para estudiar la Preparatoria, en el Centro Escolar Aparicio.

Acudí a la oficina de Marín, en Reforma 703, y ya entonces secretario particular y compadre, Valentín Meneses Rojas, me atendió.

Para variar, Marín estaba ocupado para dar entrevistas, pero Valentín amablemente me invitó a que me explicaran como estaba el asunto y para ello, llamó al joven Zavala para que me diera de manera informal los pormenores del tema. Es “off the record ¡eh!”, señaló Meneses. Habla con Zavala y después te sugiero que busques a Carlos Meza para que te platique del tema.

Ahí fue la primera vez que conocí y platique con Javier López Zavala, quien no paraba de comentarme como se había ido a vivir con los pobladores de la zona, para negociar el tema y lograr por fin el acuerdo para aceptar la indemnización correspondiente, todo un éxito político.

Luego de conocer los por menores de la negociación y tras confirmar que ya existían un acuerdo con los campesinos, busque a Carlos Meza para cruzar los datos, entonces subsecretario de Gobernación y con quien ya había hecho una buena amistad, desde sus tiempos de director jurídico.

Meza me confirmó la versión y me lleve una exclusiva más para Buenos Días con López Díaz.

Meses después departía con amigos en uno de los bares de moda de la avenida Juárez, cuando un mesero se acercó de pronto con una botella de Magno.

Señor se la envía el amigo que se encuentra en aquella mesa, mientras señalaba al fondo del bar. Era López Zavala quien me levantaba a los lejos su vaso invitándome a brindar.

Mi amigo Ismael Bermejo me dijo, vamos con él a saludarlo y agradecerle. La charla y las copas se prolongaron por varias horas, a partir de ese momento, ya era su hermano, hermano para aquí, hermano para allá, hermano, hermano, hermano.

Irónicamente, después de esa noche no volví a ver a Zavala, quien se convirtió en secretario particular de Marín, quien fue enviado en 1997 por Bartlett para hacerse cargo del Comité Estatal del PRI, el entonces partidazo logró el histórico 15-0, el gobernador Bartlett se desquitaba del PAN, quien en 1995 había ganado por primera vez Puebla capital de la mano de Gabriel Hinojosa y toda la zona conurbada. Ahora las 15 curules federales eran del tricolor y del presidente Zedillo. El triunfo proyecto a Marín y a su grupo a los “cuernos de la luna”, los señoritos de la derecha, como llamaba Bartlett a los panistas habían mordido el polvo.

La victoria priista llevó a Marín a obtener la candidatura del PRI a la presidencia municipal de Puebla, aún en contra de la voluntad del entonces candidato de este partido a la gubernatura, Melquiades Morales Flores, quien el 24 de mayo de 1998 había derrotado en la primera contienda interna del tricolor al entonces secretario de Finanzas y ex diputado federal, José Luis Flores Hernández.

Marín también tuvo que vencer en una interna a dos adversarios que Morales Flores puso en su camino, Omar Álvarez Arronte y Víctor Hugo Islas Hernández, quien era el verdadero candidato de Melquiades para la alcaldía, pero Marín y su grupo los derrotaron. Desde entonces nació una añeja rivalidad entre ambos bandos que derivaría en la derrota del PRI en el 2010 y que llevaría al partidazo, casi a su extinción.

El PAN tenía el gobierno de la capital en sus manos y la campaña era muy difícil y complicada, aunque el albiazul cometió un grave error al designar como su candidato a la alcaldía al “mosco”, José Antonio Díaz García, un personaje gris, que a nadie entusiasmaba.

Aun así, las cosas no eran fáciles para el candidato Marín, quien casi no tenía contacto con el abanderado a la gubernatura Melquiades Morales, quien tampoco hacía mucha presencia en la capital.

Bartlett platicó con su amigo el periodista Enrique Montero Ponce para que convenciera al empresario Emilio Maurer Espinosa, para que se lanzara como candidato del PRD a la alcaldía de Puebla para dividir el voto opositor.

Maurer era un reconocido directivo del futbol mexicano, que había hecho dos veces campeón al equipo de futbol de la ciudad, el Puebla de la Franja en los ochentas y los noventas. Emilio se hizo directivo de la Federación Mexicana de Futbol y contrató como director técnico nacional al Argentino César Luis Menotti, quien revolucionó a la selección mexicana, la cual no había participado en el mundial de Italia 90 debido al problema de los cachirules de la sub20, uno de ellos, quien sería después jugador de la Franja, el “coreano”, Aurelio Rivera.

Maurer se confrontó con Televisa por el tema de los derechos de transmisión de la selección mexicana, los cuales abrió a la entonces Imevisión de su amigo el también periodista poblano, José Ramón Fernández, miembro del Yunque y conocido como “La Marisol”.

Muarer resultó ser el candidato perfecto para dividir el voto opositor y cumplió muy bien con su papel de esquirol, le quitó tantos votos al “Mosco” Díaz García, que registró para el PRD una votación histórica en Puebla capital, más de cien mil sufragios y estuvo a punto de poner en riesgo al propio Marín, tanto así que hasta lo tuvieron que guardar tres semanas antes de que terminara la campaña para que no rebasara a Marín.

En noviembre de 1998, Melquiades Morales Flores se convirtió en gobernador electo de Puebla y Marín fue electo presidente municipal de la capital.

De manera paralela a todos estos hechos, yo presente mi renuncia a grupo ACIR Puebla, por diferencias insalvables con López Díaz. Irónicamente meses antes me había casado con mi esposa Claudia y Javier y su esposa Lupita, habían fungido como nuestros padrinos de bodas.

Sin trabajo, recién casado y sin dinero, comencé un peregrinar para conseguir empleo.

Mi madre, Isaura Sánchez, operadora priista de toda la vida, no dudó en ir a buscar el entonces candidato electo a la alcaldía, Mario Marín Torres, para pedirle empleo para su hijo. Debo de reconocer que Marín recibió a mi madre y le prometió trabajo para mí.

Fue entonces cuando volví a ver López Zavala, quien se comunicó conmigo para recibirme en lo que había sido la casa de campaña de Marín, un edificio de la 15 Poniente y 17 Sur.

“Hermano, ya estas dentro”, me dijo; posteriormente, me canalizó con Valentín Meneses y Javier Luna, quienes estaban al frente del equipo de comunicación social del candidato.

Valentín y Luna no me recibieron con mucho gusto, ellos ya tenían a su equipo, el cual venía desde el PRI y me veían como un advenedizo.

El día de la toma de posesión fui el encargado de contratar las líneas telefónicas para las estaciones de radio que iban a trasmitir el evento y atender a los directores de medios electrónicos en lo que se les ofreciera.

Iniciada la administración fui enviado como jefe de prensa de la secretaría de Desarrollo Urbano, a cargo de Eduardo Macip, pero no me sentía cómodo en ese lugar.

Un día en un evento Marín me vio y me dijo

– En dónde andas
– Pues me enviaron con Macip a Desarrollo Urbano.
– No, yo te quiero conmigo como mi reportero personal, el que me acompañe a todas partes.
– Ok señor.

Valentín Meneses me puso en ese lugar y comencé a acompañar a Marín a todas sus giras y eventos por la ciudad, el problema, es que ya llevaba desde septiembre sin cobrar y necesitaba llevar dinero a la casa y en el ayuntamiento ya era marzo y aún no cobrábamos, la burocracia es terrible al inicio de una administración y tardan alrededor de tres meses para pagarte, eso sí retroactivo.

A finales de marzo de 1999, Marín no tuvo evento un día y aproveche para salir caminar por Reforma desesperado por mi situación, caminaba sumido en mis pensamientos cuando me tropecé con Rafael Quiroz Corona, a quien ya conocía por Javier Sánchez Galicia, quien había sido mi maestro en la Universidad y a su vez había sido subdirector de Comunicación Social con Bartlett y el genio detrás de todas campañas políticas del PRI y de la administración estatal.

Rafa se había quedado a trabajar como subdirector de Comunicación Social en el gobierno del Estado, con Mauro González Rivera, y era su mano derecha, dentro de la administración de Melquiades Morales Flores.

Rafa me dijo – ¿En dónde andas mi Richard?

Le comente que con Marín en comunicación social del ayuntamiento, pero le dije que no estaba muy a gusto. De inmediato Rafa me invito a trabajar con él. Me dijo que necesitaba un perfil como el mío para hacerse cargo del monitoreo de medios del gobierno del Estado y me habló incluso del salario, la cantidad ofrecida era muy buena y de verdad no lo dude.

Ahí cometí, por inexperiencia, un grave error político que me ganó la enemistad de Marín y de gran parte de su grupo. No di las gracias, ni renuncie, simplemente me fui y al otro día ya estaba trabajando con Rafa en Comunicación Social del Gobierno del Estado, grave error político que Marín jamás me perdonó.

Con Rafa trabaje casi un año, y con él y su equipo aprendí a hacer análisis político, fueron buenos tiempos, con un hombre inolvidable como Mauro González Rivera, un gran ser humano.

Desgraciadamente una columna de Mario Alberto Mejía, quien en ese entonces trabajaba en El Universal Puebla me confrontó con Rafa, a quien le presente mi renuncia.

Pero no me quede sin trabajo, Mauro me recomendó con el entonces candidato del PRI al senado de la República, Rafael Cañedo Benítez, para hacerme cargo de su campaña y ahí coincidí con dos grandes amigos, Silvia Tanus mi madrina, el personaje más cercano al empresario radiofónico que había sido mi patrón y su coordinador de campaña, Pablo Fernández de Campo.

Era la campaña del 2000, el nuevo siglo reclamaba un cambio de partido en el gobierno la “ola Fox”, Puebla no pudo sustraerse de este reclamo social que puso fin a 70 años de gobiernos priistas en el país.

No obstante, a pesar haber perdido por la noche en los conteos de salida, por la mañana la dupla priista integrada por Cañedo y Germán Sierra, se alzaron con el triunfo sobre la dupla integrada por Francisco Fraile y Ana Teresa Aranda.

Desafortunadamente para mí y para muchos que trabajamos en la campaña, el trabajo que se terminó y ahí empezó uno de los periodos más difíciles de mi vida.

Casi alejado del periodismo, un día por allá del 2001, fui al centro para comprar unas cosas y paseando por Reforma, ahora me tropecé con Mario Alberto Mejía, quien, de manera involuntaria, había sido el causante de mi salida del gobierno del Estado.

Parte de mi vida está ligada a Mejía, para bien o para mal, pero así es el destino. Mejía me invito a ser parte de un nuevo proyecto periodístico, el cual se estaba cocinando, Intolerancia Diario. No lo dude ni cinco minutos, de inmediato le dije que sí y me embarque en su nueva aventura. Para mí era un reto trabajar al lado del mejor columnista de Puebla.

Intolerancia nació y yo fui parte del equipo que fundo el diario más influyente políticamente hablando de los últimos años en Puebla.

En el 2000, Zavala también había sido una de las víctimas de la “ola Fox”, el entonces ex director general del DIF municipal cayó derrotado en la búsqueda de la diputación federal por el distrito 6 con cabecera en Puebla, por la entonces desconocida Erika Spezzia, dirigente estatal del Partido Verde, que jugó en alianza en esa elección con el PAN.

En el 2001, en la elección local, Zavala volvió a recibir otra oportunidad por parte de su jefe Mario Marín, fue enviado como candidato a diputado local por el distrito 3 con cabecera en Puebla.

La elección del 2001 fue un desastre para el tricolor poblano y para el gobernador Melquiades Morales, su candidato a la alcaldía, Carlos Alberto Julián y Nácer, cayó derrotado por el panista, Luis Paredes Moctezuma.

Desde las páginas de Intolerancia nosotros documentamos los choques de trenes, entre ambas estructuras melquiadista y marinista, Marín quería como abanderado a Mario Montero Serrano, quien hubiera ganado esa elección, pero Morales Flores y el delegado del CEN del PRI, Rafael González Pimienta impusieron a Nácer y la derrota hundió al tricolor.

Montero, como parte de la negociación, llegó al Congreso local por la vía plurinominal y Zavala fue el único de los candidatos priistas en ganar su elección y llegó con mucha fuerza a la LV legislatura, local, dominada por la estructura melquiadista.

El entonces líder del Congreso local, Víctor Manuel Giorgana Jiménez, tenía instrucciones precisas de opacar a los “diputados marinistas”, Zavala sufría el bloqueo orquestado por sus propios compañeros de curul.

Fue entonces cuando un día a mediados del 2002 me habló por teléfono para invitarme un café en el Wympis de la 3 Sur y 3 Poniente, abajo del banco HSBC.

– Hermano ayúdame, me dijo. Giorgana y Blanca Lilia me tienen bloqueado en el Congreso, no publican nada de lo que yo digo, me bloquean con las televisoras, no quieren nada que huela a Marín. Te pido que me ayudes, publica entrevistas mías y ayúdame con tus amigos. ¿Me ayudas?
– Si, fue mi respuesta.

Fotos: Es Imagen / Archivo / José Castañares / Jafet Moz

junio 7, 2020 - 7:45 pm

Por: Ricardo Morales Sánchez

Marinismo, ascenso y destrucción, Noticias Destacadas

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