La conjura de los parias 2

 

Genoveva Huerta es la panista más morenista en el estado.

-¿Por qué?, -preguntará el respetable alzando una ceja en señal de duda.

Porque ella le hace la campaña a un conocido personaje cercano a Morena que ya intentó dividir a Acción Nacional llevando de la manita a Eduardo Alcantará para el comité municipal del blanquiazul. Porque le hace la guerra sucia al puntero en las encuestas de su partido, Eduardo Rivera y porque sus críticas al gobernador le hacen lo que el viento a Juárez.

En sí nadie sabe qué le hacía el viento a Juárez pero se lee y se escucha bien intrépido, ¿a poco no?

Es decir, Genoveva Huerta no tiene nada qué hacer en la dirigencia estatal del PAN. Le quedó muy grande el puesto. No es como Mónica Rodríguez Della Vecchia quien ha sorprendido a más de uno en su papel legislativo. Ha dejado callado a varios y ha mostrado ser de oposición sin caer en gritos y sombrerazos. Trae nivel y por eso es una piedra en el zapato para personajes como Gabriel Biestro.

Genoveva Huerta llegó a ese cargo porque la difunta Martha Erika Alonso necesitaba un robot que cumpliera órdenes. Llegó ahí porque no le hacía sombra a Rafael Moreno Valle y porque para el modelo de política que se necesitaba ella era la niña que siempre hacía la tarea, se aprendía todo de memoria, sus libretas estaban forradas de azul y siempre escribía a dos colores. Era la estudiante aplicada. No alguien que innovara o se arriesgara a pensar por sí sola. Era la situación ideal para un gobierno en el que solamente gobernaba uno y los demás (todos y todas) eran sus peones, sus empleados, sus subordinados.

Está bien eso de que no hay muerto malo, pero honestamente Rafael Moreno Valle no era tan bueno que digamos: metió a muchos opositores a la cárcel, los espió, los amenazó, los persiguió, los amedrentó y al final consiguió lo que quería: que nadie dijera nada o que se exiliaran.

El ex gobernador Moreno Valle no era un aliado a las causas feministas: no quería que se declarara la alerta de género porque temía que afectara el turismo, por ejemplo. Y ese tema lo ignoraba deportivamente. Le valía gorro.

Así que la llegada de Genoveva Huerta no fue en un ambiente democrático. Fue una imposición que convenía para los intereses del gobierno en turno. El problema es que ella se fue a refugiar al liderazgo de otro personaje que no está en Acción Nacional y que trabaja activamente por adueñarse de ese partido con el pretexto de socavar el poder del gobernador actual Miguel Barbosa.

El plan es hacer un congreso de coalición y después un gobierno de esa misma forma en el 2024 pero primero hay que domar a los partidos y a sus líderes: PAN, PRD, MC y si se pueden los chiquitos o más chiquitos, también pues qué caray.

Ahí es donde Genoveva Huerta ha entrado como cuchillo en mantequilla y otro grupo de albiazules, que anhelan los tiempos en los que todos los partidos los manejaba uno solo y que solo había una voz cantante en Puebla.

Esa es su apuesta y ahí se entiende por qué desgastar al puntero en las encuestas: Eduardo Rivera, por qué involucrarlo con el mandatario estatal, porque de esa forma, vuelven a hacer a un lado a los panistas tradicionales y nuevamente se agandallan de toda la estructura albiazul como ocurrió en los tiempos del morenovallismo.

Gatopardismo vil y puro.

Foto: Es Imagen / Daniel Casas

julio 21, 2020 - 12:12 pm

Por: Zeus Munive

Columnistas

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