Mis Treintas: Un ángel llamado Oscar

Sin duda hay seres humanos, hay gente que nace tocada por Dios y cuya misión es ayudar, quizá hasta salvar almas, eso es lo que fue para mí Oscar Victoria, un ser que no se cansaba en dar, en brindarse, un amigo en toda la extensión de la palabra.
Oscar era el mejor reportero joven de esa época, él marcó un cambio generacional en el periodismo poblano y le abrió las puertas a muchos que hoy ejercemos esta profesión, rivalizó con los mejores de su tiempo y fue dos veces ganador del entonces premio estatal de periodismo.

Este personaje era casi como un hijo para Pilar Bravo, había trabajado con ella y al igual que a muchos, lo formó para ser un gran reportero, pero sobre todo para contar historias.

Victoria estudió comunicación en la universidad Iberoamericana, cuyo campus era conocido como “los gallineros”, muy cerca de la unidad habitacional Vicente Budib, cerca de la actual plaza Parque Puebla, por la vía del tren y rumbo a los estadios. En ese momento trabajaba para Carlos Martín Huerta en “Primero Noticias” y era compañero de jóvenes periodistas como Isabel Tobón, Sonia Hidalgo y Diana Kiss que le encantaba a Oscar.

Lo conocí porque solía visitar de manera frecuente a Pilar en sus oficinas y de inmediato me tomó afecto o más bien se apiado de mí, porque casi al instante se convirtió en mi mejor amigo y mentor.

Gracias a la paciencia de Oscar Victoria pude ir aprendiendo poco a poco a reportear y a escribir una nota, a conocer a los diferentes personajes de la política poblana, a las “vacas sagradas” del periodismo, como él solía llamar a los personajes que ya estaban consolidados dentro del medio.

A las Tribunas, como llamaba al cuarteto de reporteras de Montero Ponce, formado por su “mami” Pily (Pilar Bravo), Irma Sánchez, Silvia de Julián y Socorro Garate, cada una, las mejores en sus fuentes, política y gobierno, sector empresarial, educación y la UAP.

Oscar era compañero de salón en la “Ibero” de Mauricio García León, en ese entonces joven reportero de Momento Diario y de Lupita Montalbán, a quien mi amigo admiraba mucho y que trabajó para Javier López Díaz y terminó casada con él.

Mauricio era un joven brillante y sumamente ambicioso, aunque un tanto arrogante en su trato, más no así como persona. Siempre quería ser el primero, siempre quería ganar, le gustaba tener las exclusivas e incluso arriesgarse con notas explosivas del sector empresarial, tenía hambre de hacer un nombre periodísticamente hablando, con el tiempo también nos hicimos amigos y terminó siendo uno de mis mentores.

Oscar Victoria tenía un desparpajo y un encanto natural que lo hacía ganarse fácilmente a la gente, le bastaba un minuto para entablar una charla con cualquier persona, sin importar que la acaba de conocer.

Comenzamos a reportear juntos, gracias a él tuve mi primer contacto con otro personaje que más adelante sería clave en mi vida periodística, Fermín Alejandro García Hernández, joven reportero, la “estrella” de López Díaz y de su noticiero Buenos Días, el cual se transmitía en el en ese entonces “Grupo Acir Puebla”, propiedad de Rafael Cañedo Benítez y la principal competencia del Grupo Oro, en donde se transmitía el Noticiero de Montero Ponce “Tribuna Radiofónica” y “Oro Noticias” de la tarde y de la noche.

Aprendí muchísimas cosas de mi amigo Oscar, entre ellas a beber, mis primeras borracheras las tuve con él, con Mauricio García y en mi escuela con Ismael Bermejo, del cual ya platicaré más adelante.

Yo solía ir al entonces palacio de gobierno de Reforma por los boletines, ahí conocí a otros personajes inolvidable, quienes trabajaban en prensa de gobierno, el señor Ponce, Miguel Ángel Ponce, quien más tarde sería mi jefe en la Opinión Diario de la Mañana, al señor Castillo, Juan Castillo (Juanito) padre de mi compadre y amigo, Jorge Castillo, y a una joven que hacia su servicio social por esa época y que al igual que Fermín García, estudiaba la carrera de Comunicación en la Upaep, su nombre, Verónica Vélez Macuil.

Así comenzó a transcurrir el tiempo, poco a poco comencé a relacionarme con todos estos personajes, dos jóvenes más llegarían a mi vida, vía Oscar Victoria quien se convertirían en su amigo y también en parte, en su mentor, Fredy Aco, quien había llegado a Puebla desde la Sierra Norte, de Zongozotla, para estudiar en la Universidad Realística y más tarde a un joven tímido que siempre vestía de manera formal y solía caminar por la calle con su portafolios bajo el brazo, Erick Becerra.

A mí me comenzaba a llamar la atención trabajar en radio, era como un sueño el lograr oír mi voz, como yo oía a las de otros, a través de las ondas hertzianas.

Seguía con Pilar en Notimex, pero ya tenía ganas de buscar algo por mí mismo y que me permitiera ganar dinero para pagar mi universidad, estaba a la espera de una oportunidad, pero la par algo cambiaba en el periodismo poblano, se preparaba un relevo generacional en los medios de comunicación y una explosión como pocas veces se había visto en los últimos años.

A Oscar Victoria lo seguiré extrañando el resto de mi vida, ya es una estrella más en el cielo, vino con una misión a la tierra y cumplió cabalmente con ella. Algún día nos volveremos a encontrar amigo.

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febrero 21, 2021 - 6:00 pm

Por: Ricardo Morales Sánchez

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